Consultas Inmuebles declarados patrimonio

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Papacón

 

Sra. Dalia Fuentes

Bristol, Matina, Limón.

 

"La naturaleza

puede satisfacer

todas las necesidades

del hombre,

pero no todas

sus ambiciones"

 

M Ghandi.

 

 

CAPITULO I

 

Las sombras de la noche jugueteaban con la poca luz del día que aún quedaba en el bananal.

 

Con paso lento, Natalio llevaba con gran dificultad el último tren de banano.  Le molestaba saber que al llegar a la planta, los trabajadores enojados porque ya era tarde, lo iban a recibir con silbidos.  Era la primera vez en su vida de bananero que le tocaría "comerse la guaba" como le decían todos al que llegaba de último.

 

__ Si no fuera por esta maldita rodilla __dijo en voz muy baja__ casi entre dientes.

 

El dolor era insoportable y no le permitía caminar, un sudor helado corría por su rostro y por todo su cuerpo.  Se sentía aparte de enfermo, molesto, pues le parecía oír a todos los de la planta gritándole y riéndose.

 

__ Natalio guabero, ja ja jaaa

 

__ Diay, ¿Qué te pasó? Te comiste la guaba. Ya no Natalio, ya no.

 

El pensar en eso le hacía caminar aunque le doliera el alma. No podía dejar botado el tren ¡jamás!

 

El, un bananero de los viejos, que llevaban el bananal en la sangre, de los que habían muy pocos y llegaban tarde.  En su tiempo fue único, todos lo respetaban, nadie llegaba más rápido que el a la planta, y eso que cuidaba la calidad del banano al cien por ciento.

 

A las cuatro y cuarenta y cinco estaba todos los días en la planta, para recibir las órdenes del capataz, y... antes que el sol saliera, iba con su equipo deslizándose veloz en su rola por el cable que lo llevaría a lo más profundo del bananal, junto a Moncho Conga el cortador.  Antes de las seis ya tenían dos trenes metidos para cuando llegaran los de la planta... pero ahora...

 

... cada paso que daba, iba chorreando un hay que se quedaba rezagado en el cable.  Era la primera vez que iba contando las baldosas, ya no le faltaba tanto para llegar a la planta.  Tal vez un kilómetro o menos.  Una voz conocida lo sacó de sus pensamientos.

 

__ Diay, ¿Qué te pasó?  Nos tenés asustados mae, vos nunca llegás de último.  ¿ya viste la hora que´s?

 

__ ¿Y como la voy a ver si ya es de noche?  No ves quésta cabrona pata mesta jodiendo desde hace días, y me la he´stado aguantando pero hoy ya no pude más.

 

__ Dame acá, yo lo llevo, y encarámate en el balancín atrás del tren de la fruta, yo te jalo.  Veni paýudarte.

 

Quiso decirle que no, pero se dio cuenta que los tiempos de masticar orgullos se habían terminado.  Si no lo jalaba su viejo amigo y compañero de trabajo tendría que pasar la noche ahí.  Además Chapulín era fuerte y rudo como muchos de ellos que se habían echo hombres bajo el inclemente sol de la zona, o bajo grandes aguaceros durante hasta quince días, en aquel tiempo que llovía casi todo el año, chapeando de sol a sol.

 

Sin pensarlo más se apoyó en su amigo, arrojó un lastimero aaayyy y subió de un salto a la hamaca.

 

Al llegar a la planta nadie le silbó a como el esperaba.  Para eso se había ganado el respeto durante tantos años de ser un trabajador responsable y era el comienzo de cómo terminan muchos después de tantos años de rudo trabajo.

 

Cuando vieron a Chapulín jalando el tren de fruta, todos creyeron que lo había picado una serpiente.  Varios compañeros corrieron a ayudarlo a bajar del balancín y los desmanadores se apresuraron a desmanar el tren de frutas, otros selectaban el banano y lo tiraban a la pila, para pasarlo a una pana y sellarlo para luego empacarlo y pasarlo por la faja que lo llevaría a cerrar las bolsas con ligas y después al carguillo para ponerlo en la paleta y subirlo al contenedor.

 

__ Con fuerza __gritaba el segundo capataz de planta__ motivando a la gente para que terminaran pronto, pues el contenedor tenía que ser llevado al muelle de Moín donde esperaba el barco.

 

A las nueve de la noche, oyó pasar el contenedor frente a su casa.  Aunque estaba acostado tratando de dormir, el dolor no lo dejaba conciliar el sueño.

 

Al día siguiente iría al Puesto de Salud más cercano para que el doctor le diera algo para el dolor y le dijera lo que tenía en esa jodida rodilla.

 

CAPITULO II

 

El ronco y desentonado canto del pollo, casi gallo chiricano, despertó a Natalio muy de mañana para ir a sacar cita.

 

Antes de salir buscó el palo de una escoba vieja para apoyarse un poco en el.  Su mujer no podía acompañarle, pues le vendía comida a algunos peones y tenía que mandar almuerzo.

 

Llegó al Puesto de Salud antes de las cinco y habían más de veinticinco personas adelante.  El dolor en la pierna lo hizo sentarse en una piedra y mientras tanto muchos que llegaron después se le colaron en la fila.  A las seis llegó la señora que daba las citas.  Dijo un buenos días entre dientes sin alzar a ver a nadie.  El hecho de ser ella la que daba las citas la hacía sentirse en una posición muy superior a los que estaban ahí esperando ser atendidos por su enfermedad.  Después de unos minutos la fila comenzó a avanzar y tuvo que levantarse a pesar del fuerte dolor en su pierna, que movía trabajosamente.  Al lograr llegar a la ventanilla después de soportar tanto la secretaria se puso de pie y le dijo:

 

__ Lo siento mucho, pero ya no hay citas.

 

__ Pero señora, yo falte hoy a mi trabajo y si vine aquí es porque realmente estoy mal, esta pierna me duele mucho y...

 

__... no le queda más que esperar a ver si uno de los pacientes no llega a la cita o tal vez hablando con el doctor lo quiera atender.

 

__ Diay no queda de otra, __dijo él__

 

Se sentó a esperar, no estaba en condiciones de ser orgulloso.  El doctor llegó casi a las ocho de la mañana y cuando logró ponerse de pie, ya estaba dentro del consultorio y tuvo que pararse en la puerta para ver si podía interceptarlo cuando volviera a salir del consultorio.

 

Esperó largo rato de pie, a la orilla de la puerta, fue una espera dolorosa, pero al fin salió.  Y aprovechó para decirle:

 

__ Doctor es que vengo muy mal de esta pierna, y hoy no pude ir a trabajar.

 

__ Tiene que esperarse hasta que vea a todos los pacientes y siguió caminando dejando que las ondas sonoras se encargaran de llevar el sonido a los oídos del enfermo.

 

El dolor era insoportable y el pobre enfermo se acariciaba la rodilla sin lograr que esta se aliviara, lo peor de todo es que el dolor no se puede ver, solo lo siente el que lo tiene.

 

Hacía un calor sofocante.  Dos mujeres se sentaron cerca de Natalio, que había escogido un lugar al lado de las verjas para tener ventilación.  Inmediatamente, sin perder tiempo entablaron una conversación que agobiado por el dolor y la bulla de ellas, creyó que estaba rodeado de guacamayas.

 

__ Vieras Maruja, que terrible, hace como quince días se pasó a vivir una mujer a la casa de al lado que, la verdá, yo no se como pueden existir personas de ese tipo, mira, es mal hablada sin ningún respeto, ni educación, ni moral, viste, y que Dios me perdone, pero parece que se dedica a la vida mala.  Anda toda chingoreta y tallada y con esas tales minisetas y... ¡los hombres que parecen!... pasan y se quedan viéndola como babosos, hasta que abren la boca y se tropiezan y si van en bicicleta se van entre los matorrales por irla viendo y ella les sonríe de un manera que... bueno toda coqueta, descarada y pela dientes.

 

Aquella mujer ni siquiera tomaba aire para hablar y sus palabras no fluían, mas bien arrasaban.  Su compañera era igual, le quitaba el campo una para seguir la otra, en una interminable conversación donde no había ni un solo espacio de silencio.

 

__ Hay Elvira, te compadezco, porque tener que soportar una persona así, viviendo cerca de una, es chocante ,sofocante, repugnante, y no te creas, que la vecina mía es más mañosa que la tuya, yo lo tomo como una prueba de Dios para ver hasta donde llega mi bondad, pero a veces le dan como las once de la noche conversando con un hombre y que tiene suerte la condenada porque ya es bastante vieja y hasta fea, y solo hombres jóvenes llegan ahí y que Dios me perdone porque vos sabes que yo sería incapaz de algo malo pero... no son nada feos los condenados. ¡no se que les da, pero pa´mi que´s bruja, la condenada.  Yo puse en la entrada de mi casa tres cabezas de ajo con apazote, amarradas con un trapo rojo en la puerta de mi casa pa ver si acaso no puede entrar con sus mañas y engatusar al mío que nuéstá nada feo y aunque no l´esabío nada hasta la fecha, porque es muy serio y me quiere mucho y que sabe que cualquier cosa luécho de la casa, en la de menos la confisgada lécha maña.

 

__No, si yo siempre lo he dicho.  Este mundo esta perdió, ya estamos en las últimas.  Por eso hay que ir a la iglesia, pa que uno aprenda a comportase y que tanta sinvergüenzada es porque ya viene el mero pisuicas.

 

__Que Dios nos ampare.  No creas, unque yo voy poco a la iglesia porque el viejo no me deja, de vez en cuando voy a los ayunos, es que hay que ver como está este mundo de perdió, hasta que da miedo.

 

__ Si, mirá __dijo una de las cacatúas__ señalando con la boca__ esa flaca chingoreta que entró ahí__ es la hija de mi cuñada.  Hace poco se jaló torta y... después se consiguió un patas vueltas que se juntó con ella, nada feo hasta de ojos gatos el muchacho y fíjate que lo pior del caso es que dicen las malas lenguas, que cuando se va pal trabajo en la madrugada, hay un Juan vainas que le llega a la condenada muchacha, y ahí donde la vez, no viene porque esté enferma, es que como ese doctorcillo no está nada feo y que Dios me perdone, porque vos sabes que yo soy todo una señora y n’u ando en esas cosas, pero se tiene unos ojos... bueno ,como ti´ba diciendo a la flaca esa le gusta al doctor y a qui´a cada rato quiere estar haciéndose el papa o revisándose la T que porque siente molestias.

 

__ Hay... pobre doctor, ¡ve, si es que este mundo está perdió!

 

Natalio se encontraba al borde de la desesperación, sus compañeras de asiento, el dolor de la pierna, el hambre, el calor, la sed, y ya hasta la cabeza le dolía.  Pero no podía irse y perder el día y seguir con aquel dolor.

 

Fue atendido cuando ya el doctor se iba a ir, una inyección le alivio de momento y pudo llegar a su casa.

 

CAPITULO III

 

Isaías, un joven de apariencia frágil, y blanco, muy blanco, andaba siempre cabizbajo, era uno de los comensales de la mujer de Natalio.

 

Al terminar la corta, llegó a buscar su cena.

 

__ Diay, ¿Cómo has seguido?  ¿Cómo te fue hoy en el Puesto?  ¿Cómo siguió ese dolor?

 

__ Me inyectaron, y la verdá es que se me quitó.  Y también me dieron unas pastillas y me incapacitaron por una semana.  Espero recuperarme en ese tiempo.

 

__ ¡Que bueno!  Trata de descansar y no hagás desarreglos pa que no te vuelva el dolor otra vez.

 

__ Dios quiera que no, porque ayer la vi peluda con ese tren de banano, ya hasta estaba dispuesto a dormir en el bananal, y lo pior del caso es que si no trabajo no como y no tengo a donde meterme, porque me quitarían la casa pa dársela a otro.

 

__ Lo que te salva a vos es que no tenés carajillos, porque aquí hay algunos que no les da el pago para nada y de feria les gusta la birra.

 

__ Ves a mi eso de la birra no me desvela pero lo de los güilas, ¡no creas!  No es una ganga, si me hubiera gustado llegar del trabajo y que me estuvieran esperando para ver si les traigo confites.  ... pero diay... el condenado Nemagón.  Como yo desde muy jovencillo trabajo estoy en esta vara... y lo pior es que dijeron que nos iban a pagar y las necesidades pasan y vuelven a venir y nada que nos resuelven y de todas maneras los que menos agarramos somos los pobres, que no estudiamos, esos de cuello blanco dicen que de por si los pobres estamos acostumbrados a esta vida, y que mejor se dejan la plata ellos que si saben en que utilizarla, a la altura Siempre soñé con levantarme en la noche y hacerle el chupón a un chiquito y arrullarlo para que se volviera a dormir, y sentir que ese cuerpecito frágil y delicado, era carne de mi carne, así, indefenso, creciendo a la par mía, con ese olor a bebé.  Y pasó el tiempo, y la mujer y yo nos hicimos viejos, y nunca pudimos disfrutar de un hijo, y fíjate, así le pasó a Zorro, y a muchos más.

 

__ Diay, carajo, __dijo Isaías__ con un deje amargo.  __ así es la vida, mientras unos los desean otros los dejan botados, la vida solo sirve ma´a más que pa jodernos ¿merdá que si?, y salió dejándolo sumergido en sus pensamientos...

 

CAPITULO IV

 

Después de la semana de incapacidad, Natalio se presentó a la distribución, como siempre, faltando quince para las cinco, al lado del capataz estaba el administrador.

 

Este era un hombre alto y grueso, con cara de "gotas de hombre grande o "gavilana", áspero, seco, frío, con mirada de cuyeo.

 

__ ¿Como está? __dijo secamente__ ¿ya esta listo de nuevo?

 

__ Si, don Luís, ya estoy mejor.  Con las pastillas que me dieron se me quitó el dolor en la rodilla.

 

__ A que bueno, porque aquel día salimos muy tarde del proceso, por esa pierna suya y la verdá eso a la compañía no le sirve.  Por esa razón a partir de hoy lo vamos a pasar al campo, de parcelero.  Usté sabe que así se la puede jugar mejor.

 

__ Pero... don Luís, yo toda la vida, desde jovencito, he sido carrero, y no se como me puede ir con eso, usted sabe, no podré meter mucho salario.  Ahí si uno no se pone las pilas, y si no está acostumbrado, no gana nada.

 

__ Bueno hombre __dijo el administrador__ el propósito es que se pongan las pilas y que le dejen ganancias a la finca.

 

__ Bueno, tendré que ver que hago, hay me acostumbraré al trabajo.

 

__ Eso es bueno, me alegro mucho que piense así...  Entonces hable con Tilico, el capataz de campo, el le asignará la parcela que de ahora en adelante usted tiene que asistir.

 

Después de hablar con el capataz, el trabajador caminó por el bananal un rato.  No quería subir al balancín.  Pensó en sus años mozos, cuando llegó a la zona.  Venía de Guanacaste, apenas iba a cumplir quince años, y aunque ahora no era un anciano, eran muchos los miles de kilómetros recorridos desde entonces a la actualidad.  Era el mejor carrero de la finca.  Nunca en tantos años se había comido la guaba, hasta que a esa jodida rodilla le dio por doler.

 

Llegó al área asignada.  A el le tocaría a partir de ese día asistirla.  Tenía que deshijarla, rodajearla, deshojarla, embolsarla, apuntalarla.

 

A pesar de todo se sintió dichoso, pues aún conservaba el trabajo, y podría ponerse en tratamiento médico para ver que tenía en la rodilla.  Ya el doctor le había mandado una referencia para que fuera al especialista.  Ese día su mujer había ido a sacar la cita a Limón, al hospital para que lo viera un ortopedista y pronto podría ir a ver que era lo que tenía y mientras tanto con pastillas la iría pasando.

 

El sudor corría por sus mejillas de labriego sencillo, hacía un calor brutal, iba de una mata a otra en la labor de rodaja, porque eso era lo que más precisaba y hasta el administrador le consiguió el machete, porque el tenía que comprar uno nuevo y despalmarlo, para poder usarlo.

 

De ahora en adelante necesitaba chuza, lima, machete, escalera...

 

Un sopor agobiante lo hacía desear la hora del almuerzo, pero no precisamente para almorzar, si no para descansar en su hamaca bajo la sombra del viejo almendro.

 

CAPÍTULO V

 

La corta estaba por finalizar y los carreros regresaban con sus equipos para guardarlos en la bodega.

 

Isaías estaba por llegar a la planta, cansado, pero feliz de haber terminado con la dura faena de aquel día, cuando el balancín se deslizó cayendo del cable a tres metros de altura.

 

Solo sintió las trece rolas golpear su cabeza y luego la sangre caliente bajando por su cara.  Cuando intentó ponerse de pie una sensación de lejanía y bienestar le envolvio.  Nadie se acercó a ver que le había sucedido.  El rodinero lo observaba a cierta distancia.

 

El instinto de supervivencia lo hizo llegar hasta la bicicleta y como pudo llegó a su casa.

 

Tenía abierto desde la frente hasta el remolino.  Su vecino Lindor muy amablemente lo llevó hasta la clínica.

 

Aunque la fila era pequeña, tuvo que esperar un poco, luego lo pasaron al consultorio y después de examinarlo el doctor le dijo: lo siento pero no puedo hacerle nada pues esto le corresponde al INS, pues fue un accidente laboral.

 

Siendo ya tarde, no lo podían atender tampoco en el INS hasta el día siguiente, por lo que Isaías se fue para su casa a reposar el mareo en su cama.

 

Toda la noche pasó delirando por la fuerte fiebre y ya en la madrugada su familia creyó que no pasaba la noche, por lo que se dispusieron a pedirle a Dios que lo sanara.

 

La madrugada fría y oscura trascurrió tranquila... Isaías se había dormido como un niño desvelado.

 

A las 5 de la mañana, se despertó y se dio un baño para ir al INS, luego fue a enseñar la herida a su mujer a lo que ella exclamó:

__Pero... si no tenés nada, ni in solo agujerito por donde te haya salido un poco de sangre.

__Eso no es posible, porque ayer, la sangre me corría a chorros por la cara.

__Y yo te la herida y mucha gente, y el doctor... ¿Qué pasó?

__No sé... pero creo que fue la oración, eso fue un milagro.

 

Aquel hombre sencillo, sin dinero para ir a un médico particular para atender su herida, y sin mucha fe para ser sanado, fue tocado aquella madrugada por la mano misericordiosa del Dios que todo lo puede y que hizo cada membrana, cada célula en el hombre.

 

Después de aquello se fue a la finca a decirle al administrador lo que había pasado, pero este al verle su cabeza totalmente sana solo volteó para mirarle con desconfianza y enojo.

 

__Usted es un mentiroso, lo que quería era no venir a trabajar ¿no ve que no tiene nada? y así quiere que yo lo mande al INS.

__Yo no estoy mintiendo, y si usted no quiere mandarme, nada más me presento a trabajar mañana, o liquídeme, es cosa suya.

 

Isaías salió de la oficina y se dirigió a su casa.  Un tumulto de pensamientos se arremolinó en su cabeza, que difícil era para Dios mostrarle al ser humano que estaba con el, pues en medio de tanta oficina, institución y papeles se perdía la fe de los hombres.

 

CAPITULO V

 

Los primeros rayos de luz cayeron sobre la verde alfombra y las avionetas de riego aéreo ya surcaban el aire, como un relámpago pareciendo que iban a rozar el banano.

 

Como saliendo del amanecer, otra avioneta salió en dirección contraria, muy cerca de la primera...

 

Sus pilotos venían de una base donde cargaban y abastecían de combustible, en Luzón.  Eran viejos e inseparables amigos y tenían muchas, pero muchas horas de vuelo y siempre bromeaban sobre quien era más diestro para realizar maniobras en el aire., porque en aquella labor no era simplemente pasar muy bajo sobre la plantación, sino quien era más diestro para evadir los tendidos del cableado eléctrico., en los diferentes poblados vecinos a las fincas.

 

Las dos avionetas tomaron altura y se alejaron una de la otra y luego, los trabajadores que ya se encontraban realizando las labores y algunos vecinos del poblado que ya estaban despiertos, vieron aterrorizados como venían a gran velocidad hasta toparse y pasar peligrosamente una al lado de la otra, quedando pegadas de un extremo de las alas.  Siempre realizaban esa acrobacia, era solo un juego peligroso de los pilotos, pero en esa ocasión se desplomaron.

 

El estruendo fue terrible.  Cayeron a solo trescientos metros del área poblada y muchos de los vecinos que aún dormían se tiraron de sus camas creyendo que era el día del juicio final.

 

Los trabajadores corrieron para ver en que podían ayudar, si era posible brindar alguna ayuda.

 

Una de las avionetas había quedado destrozada en el bananal, la otra solo una parte conservando en mejor estado la parte donde viajaba el piloto, que aún estaba con vida.

 

Intentaron en una forma rústica y apresurada, levantar los escombros, y algunas latas retorcidas, hasta que llegaron a él.  Se encontraba consciente, tan consciente que sus lamentos eran desgarradores.

 

La ayuda de la cruz roja y los bomberos no se hizo esperar.

 

El dolor se paseaba por el bananal.  Todo era silencio, solo la sinfonía fúnebre del mismo silencio que reinaba en aquel momento al contemplar aquel cuadro dantesco, que se presentaba a la vista de los que venían a ayudar de los curiosos y de los familiares que llegaron apenas se dieron cuenta del suceso, pues vivían en Batán, una comunidad cercana.

 

No tardaron mucho en liberar al piloto que se encontraba entre las latas retorcidas y la esposa emitió una sonrisa de satisfacción en medio del dolor pero que desapareció en el acto, cuando el casi poseído por la locura producto del inmenso dolor, pedía a gritos que le cortaran el brazo que le colgaba destrozado para abajo del hombro, sostenido tan solo por un pedazo de músculo.

 

A pesar del impacto brutal contra el suelo, uno de los pilotos había sobrevivido, pero las garras maléficas del dolor le trituraron hasta exprimirle la vida.

 

El verde del bananal se tiñó de rojo y los zanjos se llenaron de líquido para fumigar.

 

CAPITULO VI

 

Los imponentes cerros azules que coronaban el verde manto que cubría las llanuras, escondía el sol que vestía de naranja y oro la esplendorosa tarde, que pronto daría paso a las sombras de la noche.

 

El administrador de la finca se dirigía hacia su casa, para darse un baño y salir como todas las noches al poblado más cercano en busca de licor y aventuras fáciles.

 

En el corredor de su casa, se encontraba su mujer, leyendo un libro.  Era blanca, de pelo negrísimo y crespo, un crespo suelto que colgaba por su espalda.  A pesar de ser un poco madura, era de una apariencia agradable.  Cuando vio a su marido se levantó para recibirlo.

 

__ ¿y vos?  ¿Qué estas haciendo aquí?__ dijo en un tono áspero.

 

__ Te estaba esperando.

 

__ Ahh, ¿y no podías esperarme adentro?  ¡Claro!  Seguro estabas esperando a que pasara algún cabro tuyo.  ¡Sós una...!  Ya te he dicho que no me gusta que estés afuera.  Yo no quiero que los peones anden hablando pajas de mi mujer.

 

__ Es que estaba aburrida de estar encerrada y...

 

__ Anda, no quiero encontrarte otra vez en el corredor.  Ponete a hacer algo, si te vuelvo a encontrar aquí o en el patio, te vas a tener que atener a las consecuencias después dicen que uno es malo.  Alístame rápido la ropa, que voy a salir.

 

__ Por favor, no vengas tarde, es que no me gusta estar todo el día y la noche sola.

 

__ A sí, ni que fuera un güila para que me tengas que decir a la hora que tengo que llegar.

 

__ Si no es por eso __dijo la mujer intentando hacerlo entender__ es que casi siempre venís de madrugada nada más para irte a la distribución del personal y paso todo el día sola, nunca puedo hablar con vos.

 

__ No jodás, seguro con ese cuento me vas a tener aquí, pegado a tus chingos y encerrado__ y cubriéndose casi todo el cuerpo de agua de colonia se fue.  Las horas fueron pasando como si les fuera muy difícil desprenderse del tiempo, y la soledad golpeaba con la mayor crueldad a la mujer, le golpeaba su mente hasta hacerla enloquecer de dolor.  Después de dar vueltas y más vueltas en su cama, se levantó para ir al baño y luego... se dirigió al ropero, un pensamiento oscuro, tenebroso brotó de su mente aturdida por un sin fin de noches de soledad y un montón de días tristes sin tener a quien contar sus penas... ¡en el ropero estaba la solución a sus problemas!... abrió la puerta y levantando su mano buscó en la parte de arriba... ahí estaba.... ¡si! esa era su solución!  Y... tomando la botella en su mano le quitó la tapa y bebió, bebió hasta que se dio cuenta que estaba vacía.

 

Cuando la quitó de su boca, sentía que todo por dentro le quemaba, un calor corrió por sus venas y envolvio su rostro, todo giraba a su alrededor.  Se sintió idiota, muy idiota, el licor no había logrado que le diera sueño y los pensamientos fluían haciéndola sentir mas infeliz... se unió a aquel hombre creyendo que sería el compañero que espantaría su soledad de mujer madura, después de que se había dedicado a cuidar a su madre enferma durante toda su juventud, sin casarse, ni aceptar a nadie que le ofreciera su amor, solo quería que su madre se sintiera bien... pero, al morir ella se quedó tan sola, todos sus hermanos estaban casados y vivían lejos, y jamás aceptaría irse a vivir con sus cuñadas, pero... ¡que sola se sentía!  Siempre pasaba sola en la casa esperándolo, el nunca pasaba con ella, ni de día ni de noche, ni los fines de semana, ni los días feriados.

 

Cuando ya amanecía reconoció el sonido del carro.

 

__ Ya viene __dijo la mujer__  Voy a abrir la puerta... pero solo pudo sostenerse del llavín de la puerta del cuarto y sosteniéndose muy fuerte de ella para no caerse, esperó.  Su marido tenía llaves y entró, encontrándola en el suelo tratando de pararse inútilmente.

 

__ Diay  ¿Qué te pasa?  ¿No me digas que tomaste?  ¡Vieja más loca!__ y viendo el litro de Flor de Caña en el suelo dijo asustado:

 

__ ¿De verdad estabas tomando?

 

__ Si... peroooo... solooooo uuun poquito, yooo voooyyy a tomarr soociiiallmeentee, ssseeree´, uunaa tomadora social, solo toomee´paaaraa dormirme...

 

__ Aja con razón estás dormida vieja loca, Veni... __dijo tiernamente en un gesto desabitual en el y tomando entre sus brazos a la mujer+, la llevó a la cama... Su mirada se veía cargada de una inmensa culpa.

 

__ Vieja prométame que no lo va a volver a hacer, no se que le pasa, si yo la quiero.  Usted nunca ha tomado, ¿Qué le pasa?  No ve usté qu´l hombre es pa la calle.  Austé aquí en la casa no le falta nada y yo no ando en nada malo, solo ando tomando con los amigos pa desestresarme del trabajo.  A las mujeres yo las veo como árboles, pa mi solo usté existe.

 

Pero la mujer ya no lo oía, aquel era el mismo tropel de palabras vanas, que estaba aburrida de escuchar todas las noches.

 

CAPITULO VIII

 

El Rubí, era una de las numerosas fincas bananeras que había en el cantón.  Un cable cruzaba de lado a lado, cientos de hectáreas, por donde se trasladaba el banano desde el más remoto rincón hasta la planta empacadora.  Los bananeros caminaban a paso rápido cuidando de no maltratar la fruta, hasta colocarlo en el patio cercano a la pila en la planta empacadora, donde sería desmanado, luego seleccionado para empacarlo en cajas que serían cargadas en un contenedor que o por carretera o por la línea del ferrocarril sería llevado a Puerto Moín y ahí una grúa se encargaría de cargarlo en al barco que lo llevaría junto a muchos otros, a países lejanos.

 

Todo aquel proceso, desde la plantación hasta el muelle, se podría decir que por la gran fuente de trabajo, y el impuesto al banano estaba generando un gran progreso a la provincia y a los cantones productores, pero por sobre todo a la familia y a las personas que pertenecían desde muy jóvenes, como súbditos de aquel gran imperio.

 

Limón desde muchos años atrás, llamó la atención de muchos personajes de la capital y extranjeros por sus fértiles llanuras y por su ubicación en el mar Caribe y desde la construcción del ferrocarril al Atlántico, las tierras que estaban a ambas orillas de la línea fueron concedidas en pago a la deuda de la construcción de dicho ferrocarril y las plantaciones de banano comenzaron a surgir , donde desde entonces a lo único que pueden aspirar los trabajadores es a un trabajo donde ganar el sustento.  Miles de hectáreas de bosque, igual que entonces, ruedan por el suelo que pronto será desierto y muchas especies mueren de hambre y sed al ser talada la montaña y los ríos pierden su cauce natural, y la mayor parte de la montaña es arrastrada por los ríos hasta su desembocadura creando barras que tapan la boca.

 

La mayoría de los proyectos en estos lugares son aprobados sin hacer realmente estudios de impacto ambiental porque van adornados por billetes nacionales o extranjeros.  El pueblo no habla, no lucha, ya no hay sindicatos que defiendan a los trabajadores porque muchos líderes se han vendido y porque saben que las palabras se las llevará el viento.  Todo es silencio, ya nadie quiere hablar.  El miedo impera.  Las represalias surgen y el límpido azul de nuestro cielo glorioso es manchado por el desacato a las leyes del que más puede y que aún se escuda en ellas para apartar del camino al más humilde.

 

La voz de los valientes es callada.  Las puertas de las oficinas están cerradas o quien las atiende no tiene tiempo para atender y darle cuentas al pueblo.

 

La finca el Rubí era una mas de un grupo numeroso de fincas que pertenecían a un poderoso consorcio nacional y en su mayoría estaban ubicadas en el cantón de Matina, y como es de suponer nuestra tierra había cambiado.  Ya las palabras de Aquileo J Echeverría con respecto a nuestra zona, habían pasado a la historia:

 

"Ahí llueve todo el año,

Vive uno como las ranas,

Y hay un calenturiambre,

Y un culebrero y un agua.

 

Que escribiría este autor si viera nuestra zona ahora con aquella extensión bananera incontrolable, que hacía sentir en los habitantes las consecuencias, el resultado nefasto de no planificar ni pensar en las consecuencias del impacto.  Calores, insoportables alergias en trabajadores, niños y mujeres, ojos irritados y cortos de vista, niños asmáticos, hombres y mujeres estériles y ríos contaminados.

 

Y todos preferían callar, el silencio era total.  Tenían miedo a perder el trabajo, o las ayudas, tenían miedo a las represalias.

 

Mientras el hombre callaba la naturaleza gritaba. Gritaba... con gritos desgarradores, pero... nadie escuchaba, nadie le ayudaba a gritar.  Todo era silencio.

 

Una vez más las dragas botaban todo a su paso y la finca se extendía cada día más y aunque hacían grandes campañas publicitarias diciendo lo mal que estaba el precio del banano y como era necesario recorte de personal por la caída, así, mientras... anunciaban que el precio del banano estaba por el suelo... y seis dragas se movilizaban para habilitar un terreno que constantemente era azotado por las llenas y dejaban el cultivo inservible, un terreno pequeño, era totalmente protegido con altos diques y canales, mientras que las comunidades eran abatidas por las aguas cada vez que el río se salía.

 

La montaña continuaba cayendo, los perezosos morían al no poder trasladarse por las grandes extensiones de terreno arado y al descubierto bajo el sol candente... los monos se iban buscando alguna pequeña extensión de terreno con montaña de algún negro conservador que no había querido vender su tierra a las bananeras, pero al estar aislados, y entre las bananeras eran afectados por los riegos aéreos y la contaminación del agua de los canales donde iban a saciar su sed.  Y en esos canales morían los peces, los camarones, y otros animales acuáticos.  Aquellos canales contaminados por los nematicidas, caían al río contaminando sus aguas...

 

CAPITULO IX

 

Los trabajadores de la planta entraban antes de las seis de la mañana.

 

Ese día iba a ser como todos los demás...muy agotadores.  Llenar seis contenedores no era tarea fácil, así el que iba llegando iba tomando su puesto, las mujeres que desfloraban iban y venían, dejando la fruta próxima a la pila y buscando inmediatamente la que le seguía sin perder tiempo.  El dedo pulgar de cada una estaba agrietado y dolía, dolía , pero había que continuar, porque casi todas las que trabajaban en eso eran jefas de hogar y necesitaban el dinero para ver a su familia, para llevar el sustento a sus hijos.

 

Martina, la paisa, como le decían todos, aunque tenía muchos años de vivir aquí... era diestra en su trabajo y también sabía hacer muchas labores.  En un tiempo fue ligadora, pero como se le entumían los dedos después de tanto trabajar en eso, le dieron el trabajo a Gelda, una mujer cuarentona, muy blanca y de piel arrugada.  Su cuerpo delgado era cubierto por un estrecho vestido, que por lo corto, en cualquier movimiento o momento, enseñaría parte de su ropa interior, y... ella disfrutaba cuando a cada uno de sus movimientos, un trabajador del carguillo que había comenzado hacía pocos días, quedaba como hipnotizado esperando otro movimiento, para tratar de ver más.

 

__Póngale, póngale __le gritó el capataz al joven casi al oído__ si quiere ver calzones, vaya al Viajero.

 

Al escuchar el grito el joven volvio en si y continuó con su labor, pero cuando el capataz se fue no pudo resistirse al espectáculo y volvio a caer casi en trance.

 

Así pasó todo el día...No podía controlar aquello.

 

Sus compañeros, viejos de trabajar en esa finca y conocedores de Gelda, ya ni la tomaban en cuenta.  Conocían perfectamente los colores y encajes de los pantis que tenía, pero... para el joven inexperto y nuevo de trabajar ahí, estaba a punto de caer, en la tela que ella había tejido durante el día.

 

Al finalizar la labor, llegó el chapulín por ellos, procuró sentarse al lado de la mujer, y ella sabiendo que estaba a punto de lograr la conquista se desbordaba en gestos y poses insinuantes.  Solo tenía que esperar, y ella sabía que el día vendría.

 

El fin de semana llegó y también el pago y el nuevo trabajador no hizo esperar la invitación.

 

__Gelda ¿A dónde pensás ir hoy?__ preguntó con gran ansiedad el joven.

 

__No sé, no tengo nada planeado, tal vez vaya al Anzuelo un rato a tomarme unas birras.

 

__Pues que te parece si vamos al karaoque a La Cuca.

 

__Y ¿en que vamos?

 

__Yo pago carro, por mi te llevaría más lejos, pero como estoy empezando...el pago no me vino muy bueno.

 

__ ¿De veras?  Después no te quites, porque yo si me voy con vos__ dijo la mujer acercándosele y rozándole con sus labios el cuello, que hizo al joven crisparse todo.

 

__ ¿Estás hablando en serio?__ dijo el joven en estado de éxtasis.

 

Era lo que Gelda se proponía, ya se sentía dueña de la situación.

 

El joven se dirigía al chapulín que esperaba para llevarlos a retirar el pago, y lo interceptó el capataz de planta.

 

__Lo andaba buscando, aquí esta su boleta, ahora que pase a la oficina cobra todo

 

__ ¿Que pasó?  ¿Por qué?  No entiendo.

 

__Se nota que no entiende, usted pasa más rato viéndole los calzones a Gelda que en su trabajo.

 

__... Pero este... yo...

 

El capataz lo dejó hablando solo.  Un barullo de pensamientos inundó su mente, tenía que pagar la comida y guardar algo para mientras conseguía trabajo, y... ¿Gelda?  Si la llevaba al karaoque se quedaría sin dinero y... aunque tal vez lo aceptara sin tener que llevarla a alguna parte.

 

Cuando estaba haciendo fila en el pago la vio, ya ella lo había retirado, y pasó muy cerca de el, insinuante.

 

__ ¿Que Macho?  ¿Vamos a ir a la Cuca?

 

No pudo decirle que no, a lo cual contestó:

 

__ ¡Claro!  A las siete llego por vos.... Y a las siete llegó en un taxi.  Aquella mujer lo tenía como loco.

 

Regresaron a las tres de la mañana, Gelda se quedó en su casa y el regresó a los baches.

 

El domingo, a la hora de almuerzo, dijo la fondera extrañada:

 

Que raro, el comensal nuevo, el machillo, hoy no ha venido por acá, ni a desayunar, ni a almorzar.

 

__Será que se fue __le dijo uno de los comensales__ Ayer lo liquidaron y dicen que en la noche se fue con Gelda a un karaoque allá en Batán.

 

__Hay no __dijo la cocinera__ esta jodida mujer ya no es la primera vez que me hace algo así engatusa a los trabajadores nuevos y se los lleva pa sácale los cinquillos que se ganan y a mi me dejan tirando tablas, tengo que hacer algo con esa condenada, va a ver, voy a ir a Cieneguita donde el brujo pa que la espante, si no me va a dejar en la calle.

 

CAPITULO X

 

El esperado día de la cita con el médico llegó.  Natalio salió en el bus de las siete, tardaría como una hora llegar a Limón.  Lo único que quería era que su pierna mejorara para seguir carreando.  El trabajo de parcelero no le daba suficiente para sostener a su familia y el embolse era el trabajo más repugnante, todos se quejaban de lo mismo.

 

Las bolsas que protegían las frutas de los insectos, tenían algo para repelerlos y a los trabajadores les provocaba náuseas, alergias, dolor de cabeza.

 

A él en particular le producía dolor de cabeza y náuseas pero no le decía al administrador porque ya lo había escuchado cuando otros trabajadores le decían, los síntomas que les daba el embolse y la respuesta de él:

 

__Si es que parecen quinceañeras, no parecen hombres y aquí en esta finca o se hacen hombres o que jalen para otro lado.

 

Era por eso que todos callaban lo que les producía el embolse, porque se sentían muy hombres y porque a la edad que tenían no les darían más trabajo en otra finca...

 

Al llegar al hospital entregó su carné y su orden patronal a la secretaria.

 

__Siéntese señor y espere que llegue el doctor__ dijo despectivamente la secretaria.

 

Buscó un asiento cerca de los ventanales que daban al mar.  La brisa movía las palmeras y entraba por las celosías abiertas refrescando un poco el ambiente.

 

Solo en esas circunstancias podía ver el mar, nunca tenía tiempo ni dinero.

 

Era algo tan diferente contemplar el azul del mar en constante movimiento y recibir la fresca brisa, con aquel aroma marino a estar todo el día en el calor sofocante del bananal, de aquel océano verde que se agitaba solo cuando una ráfaga de la brisa que venía de las montañas agitaba sus hojas.  Cuando estaba vigilando el riego aéreo desde la torre siempre se le semejaba un océano verde, pero el mar era como contemplar una prolongación del cielo en la tierra.

 

La voz de la secretaria lo transportó a la tierra de nuevo.

 

__Señores, acaba de llamar el doctor diciendo que está ocupado y que no puede venir todavía, que deben esperar una hora más.

 

Contempló su reloj al sentir un aviso en su estómago, ya era la hora de almuerzo.

 

Salió a buscar algo de comer, que estuviera al alcance de su bolsillo, se compró dos patís y una "agua de sapo" bien fría.

 

Caminó por el tajamar y cuando se dio cuenta estaba frente al Parque Vargas.  Inmediatamente se regresó y al llegar al hospital entraba el médico.

 

Llamaron a unas cinco personas y luego a él.

 

Al salir del consultorio entregó el expediente a la secretaria.

 

__Vea señor, para sacar estas placas tiene que venir a sacar cita a rayos X y aquí está para que retire sus medicinas en la farmacia y déme el carné para ponerle su cita, es dentro de seis meses.

 

Pasó a la farmacia a retirar las medicinas, y después de dos horas, le dieron dos paquetes con diez pastillas de acetaminofén y cinco inyecciones de voltarén.

 

Casi a las seis de la tarde fue llegando a su casa.  Se acostó en su hamaca bajo el almendro y se durmió, la caminata desde el hospital hasta el parque le había maltratado la rodilla y ni el acetaminofén se la aliviaba.

 

CAPITULO XI

 

Aquella tarde, al terminar el proceso, el administrador se acercó a Gelda y le dijo algo al oído a lo que ella respondió con una sonrisa de complicidad y coquetería moviendo la cabeza en un si silencioso.

 

Al finalizar la corta no esperó el chapulín y caminó hasta su casa para cambiarse de ropa.  Muy pronto el carro del administrador pasó al frente, cuando Gelda entró en el inundó todo el ambiente con perfume Mil Flores, al pasar por la casa de administración aumentó la velocidad, aunque le daba lo mismo que su mujer lo viera, pues siempre había una excusa para que ella se resignara.

 

Como siempre su mujer lo esperó hasta las tres de la mañana a que regresara.  Escuchó el carro entrar al cuadrante y cuando se parqueó frente a la casa de Gelda y también a la hora que volvio a arrancar para dirigirse a las casas de administración, y al entrar le dijo:

 

__ ¿Que estás haciendo, despierta a esta hora?  Cuantas veces te he dicho que te durmás, que no me esperes.  Anda a dormir que yo no quiero desayuno.

 

Pidió ropa limpia y se metió al baño, luego se fue a la planta a la distribución.

 

La pobre mujer se sentía desesperada, no sabía que hacer y sabía que su marido no era solo con esa que andaba, eran muchas otras con las que pasaba la noche, menos con ella.

 

Esa mañana estaba esplendorosa y salió al patio a podar sus rosas, desde el bananal Carlos Antonio y dos peones mas la observaban y uno comentó:

 

__ ¡que bruto ese viejo!  Anoche se fue a tomar con la Gelda y cuando regresó se quedó en la casa de ella, sabiendo que está tan cerca de la casa de él.  Seguro se durmió, porque cuando él salió ya nosotros nos estábamos alistando.

 

__Ese roco está loco.  Cambiar a esa señora por la vieja esa, es como despreciar bistec para comer solo banano hervido.  Viejo bruto, no aprecia lo que tiene, su mujer se ve tan fina, tan delicada, tan seria, que...__dijo Carlos Antonio con su mirada fija, como en otro mundo.

 

__ ¿Que, qué?... veo como que te inspiras mucho con los atributos de la señora__ le dijo el otro ¿no me digas que le estás haciendo números?

 

__No fregués vos, como le va a hacer uno números a esa mujer, nunca podría sacar la cuenta, solo que el corazón es un idiota y se cree cosas que van contra la razón.  Que le va a hacer caso ella a un peón de bache, con lo bonita, fina y educada que se ve que es, si mas bien su piel se parece a esos adornos chinos, ni parecida a la piel de uno toda dura y curtida de llevar sol.  Siempre que me mandan aquí paso esperando a que salga a sacar la basura o a ver sus flores, pero se que es imposible, solo es un sueño.

 

__Tal vez no__ dijo el compañero __al ver como su compañero sin percatarse había puesto su corazón al descubierto, como deseando tirar afuera aquel sentimiento oculto que se le apresaba en el alma.__ lo que pasa esa mujer no creo que sea algo muy bonito o ¿no te has dado cuenta que ese hombre nunca pasa con ella?  Pareciera mas bien que le tiene miedo de lo linda que es o que no se siente lo suficiente hombre para una mujer como ella, como que se siente chiquitico, es un animal, un bruto, ese hombre llega a las tres de la mañana y de una vez sale para verse en la oficina con aquella nica del cuadrante o se va a tomar con Gelda y regresa solo para irse a trabajar y en la tarde se va a tomar guaro y los fines de semana y feriados sale desde la mañana y dicen que tiene una mujer en Guápiles o si no se va para el Viajero, pero con ella no pasa a ninguna hora.  Esa pobre mujer siempre pasa sola y encerrada, dicen que no la deja ni sentarse en el corredor, ni salir al jardín.

 

__Pero... no hay oportunidad de hablarle, cuando ella tiene que salir el maldito la manda con el chofer que es su perro fiel y le advierte que no la deje sola, que vaya donde ella va.  Pobrecilla no se pa´que la cuida tanto si ni la quiere.

 

__Animal que es.  Lo que le gusta es mostrarla como trofeo y que es el dueño y con lo bestia que es no sabe como tratar una mujer como esa.  Si se da cuenta que hoy estuvo en el patio le va a armar un traido.

 

__Si yo pudiera acercármele __dijo Carlos Antonio__ se ve tan suave, tan interesante y tan... tan sola.

 

__Tené cuidado, dicen que al peón que ve viéndola mucho lo bota.

 

__Pa lo que me importa, pero no creo que sea tan cabrón... pero puedo trabajar en otro lado, no estoy manco, solo que no la volvería a ver.  Carlos Antonio no podía quitar su mirada de la mujer del administrador.

 

Al contrario de Gelda ella era gruesa, aunque no tanto, blanca, de cabello castaño y corto y siempre que andaba en la casa usaba pantalones cortos, que a pesar de su edad mostraban unas piernas delicadas y sin marcas de várices o vasos capilares, su piel se notaba suave y delicada y tenía una mirada fija y penetrante, pero llena de tristeza, de soledad.

 

__ ¡Pobre!__ dijo uno de los compañeros de Carlos Antonio, dicen que le pega, que cuando llega borracho le grita que mete hombres a la casa y le dice que un día la va a echar a patadas.

 

__De ese mal parto se puede esperar cualquier cosa__ dijo Carlos Antonio enfurecido __como me gustaría que me pegue a mí para que vea lo que es un hombre,  ese maricón.

 

Los tres hombres se miraron con sorpresa pues en el otro cable venía el administrador, por lo que se fueron a toparlo para hablarle del trabajo que estaban realizando y evitar que se acercara y viera a su mujer fuera de la casa.

 

Carlos Antonio sentía unos deseos inmensos de protegerla, de acompañarla y de hacer desaparecer de su mirada aquella tristeza.

 

CAPITULO XII

 

Benito y Agustín fueron en tiempos pasados, líderes sindicales, pero después que los sindicatos desaparecieron en las bananeras pasaron a ser miembros de un comité permanente que se encargaba de velar por ciertos derechos de los trabajadores.  Ellos se reunían con los administradores de las fincas para llegar a arreglos con respecto a los salarios, que se cumplieran los acuerdos y cualquier cosa que sucediera en la finca, fuera en la planta, en los baches, en la plantación o en el cuadrante si se reportaba a administración y no se resolvía, los del comité permanente presionaban al administrador para que le diera solución.

 

Hacía poco Toña, una señora que tenía dieciséis años de laborar en la finca, se quejó de que el tanque séptico de su casa en el cuadrante se había taqueado y que el agua negra salía al caño que pasaba por todo el cuadrante, ya lo había dicho tres veces pero no solucionaban el problema, por lo que decidió hablar con el Comité Permanente.  Entonces Benito, el líder, puso la queja y al no encontrar respuesta, a los ocho días, buscó al administrador para hablarle, y recordarle que ese caso era de suma urgencia, porque no era solo hacer la reparación, sino las consecuencias que esto traería si no se reparaba por la contaminación fecal al aire libre en medio del cuadrante.

 

El administrador miró con mucha seriedad a Benito y luego dijo:

 

__El problema es serio, y hay que buscarle la solución hoy mismo, como usted dice, pero el problema que he venido teniendo es que ocupo los trabajadores para la corta y las labores de campo... ¡ya se!... vaya usted Benito... vaya usted mismo y arregla ese problema, usted mismo puede arreglar el tanque séptico... vaya usted.

 

__Pero... pero... pe... pe...

 

__Usted es trabajador de la finca, igual que todos, usted puede hacerlo también, así que vaya rápido, no este perdiendo el tiempo que para eso se le paga.

 

Benito sabía que lo hacía por venganza y que como él decía no podía negarse porque el también era trabajador de la finca, pero ese trabajo nunca lo había echo, pues siempre había sido carrero, como Natalio y si habían personas que desde que llegaron hacían esos trabajos y decían que no les molestaba, pero... lo que mas le molestó fue escuchar, ya cuando iba un poco lejos la carcajada del administrador.

 

Y las horas pasaban lentas muy lentas, desgranándose implacables en la espalda de los concheros, en las rodillas de los carreros, en los dedos de las desfloradoras, y en la nariz y las manos de Benito, que al finalizar el día llegó a su casa con su pelo y la ropa mal olientes pues fue necesario meter sus manos al tubo para destaquearlo y lo pringó todo cuando lo logró por la presión que tenía.  Se fue a acostar más cansado que nunca y sin comer.

 

CAPITULO XIII

 

Los dolores, después del día de trabajo eran fuertísimos, y ni las medicinas que le habían dado a Natalio le aliviaban.

 

Al fin terminó la ansiada espera y después de los seis meses, fue a que lo viera el médico de nuevo y... más acetaminofén, más voltarén y otra cita para después de dos meses.

 

Lo peor era que aparte de el dolor de rodilla, el embolse le provocaba náuseas, mareos y dolor de cabeza, pero de cualquier cosa se puede prescindir, menos del alimento y como él decía, "si es solo por eso que trabajamos los pobres".

 

Esa tarde además de cansado y enfermo, llegó preocupado.  Los salarios estaban demasiado bajos y ya la plata no alcanzaba y ahora para acabarla de arreglar, cuando estaba en la parada de buses compró un periódico y hablaba de una baja en el precio del banano, lo que daría como resultado una baja en los salarios y un recorte en el personal con la liquidación de los peones más viejos.

 

La desolación reinaba en su corazón, estaba totalmente seguro de que sería uno de los que se iban y lo peor que con lo que le dieran si acaso compraría un pedacillo de tierra y se haría una casita apenas para no mojarse y ya viejo y enfermo como estaba, no le darían trabajo en ningún otro lado.

 

No le quedaría más que llevar una vida de miseria, después de haberse matado tanto durante toda la vida. Ahora que estaba tan viejo y enfermo.

 

CAPITULO XIV

 

Esa madrugada, como de costumbre, el administrador llegó a su casa, se bañó y cambió su ropa y se fue a la distribución.  Su mujer quedó despierta tratando de volverse a dormir sin lograrlo.  Alguien pasó por la calle cantando:

 

__"Que en mi vida solo queda una esperanza,

En mis sueños mi ilusión siempre eres tuuu".

 

Era una voz varonil, melodiosa, agradable.  La mujer se levantó y abrió las cortinas.  No solo la voz resultaba varonil, el cantante era un hombre alto, de ancha espalda, y brazos musculosos que sobresalían en una camiseta de tirantes.  Un mal pensamiento pasó por la mente de la solitaria mujer.  Tantas noches de soledad, ¿Cuantas?  Era imposible precisarlas.  En dos años hay muchas noches, ¡muchas!  Tantas que en la soledad vuelven loco a cualquiera.  Su piel estaba hambrienta de caricias, sus manos necesitaban el calor de otras manos, su voz se secaba en su garganta por no tener con quien hablar.

 

Aquella voz quedó grabada en su mente:

 

"Pero quiero decirte,

Que siempre te querré.

 

La verdad era que Carlos Antonio no era mal cantante, pero si lo fuera, aquella canción iba impregnada de sentimiento.  Sus notas llevaban consigo todo lo que sentía aquel hombre rudo.

 

... y... causó el impacto que jamás se imaginó Carlos Antonio que causaría en aquella alma solitaria y llena de tristeza.  Desde ese día la mujer esperaba escuchar los pasos y las notas de alguna canción de amor, aunque no todos los días habría la cortina por miedo a que otra persona la viera y fuera con el chisme a su marido.

 

CAPITULO XV

 

En el bache Carlos Antonio pasaba atormentado por aquel sentimiento que cada día crecía más.  La triste y pensativa imagen de la mujer del administrador no se apartaba de su mente, ahí en la soledad soñaba con tenerla a su lado, con abrazarla.  Anhelaba darle todas las caricias que aquel hombre sin sentimientos le negaba, y decirle te quiero tantas veces como nunca las había escuchado.  Como deseaba protegerla, cuidarla, limpiar con su amor todo aquel dolor, aquella soledad, aquella tristeza que había en sus ojos, pero... ¿Cómo llegar a ella?  ¿Que podía ofrecerle él un simple peón?  Ella estaba acostumbrada a otras cosas, vivía en una casa confortable, con muchas cosas que el no podría darle.  ¿Cómo reaccionaría ella si le contaba lo que sentía?  Lo mas seguro es que se reiría en su cara, o... tal vez con tal de ser libre, se decidiera a seguirlo y... él... él le demostraría cuanto la amaba, daría su vida si fuera necesario, trabajaría día y noche, para darle todo lo que ella se merecía y hasta más, pero para eso era necesario que ella lo supiera, aunque para acercársele tendría que preparar un plan sin errores.  Tenía que rescatarla de aquel monstruo repugnante, que lo único que hacía era andar con otras mujeres menos con ella, teniéndola prisionera día y noche entre aquellas frías y duras paredes de cemento.

 

El tiempo transcurría y la esperanza y el amor de Carlos Antonio crecía, el sabía que algún día algo pasaría y el podría acercársele.

 

Una madrugada en la distribución, se le acercó el administrador:

 

__Me dijo el capataz suyo que usted sabe de construcción y carpintería.

 

__Si señor, solo que no trabajo en eso porque en estos lados no hay mucho trabajo.

 

__Según me dijo el capataz hace algún tiempo el vio unos trabajos suyos y me lo recomendó y como el otro carpintero se fue, tengo que conseguir uno pues hay muchos trabajos que hacer en el cuadrante y en las casas de administración, pero la que más urge es la mía.

 

A Carlos Antonio casi le da un desmayo de la impresión, pero disimuló y dijo con aparente desgano:

 

__Todo depende del salario, porque si voy a ganar menos que en las cortas, mejor me quedo aquí.

 

__Por supuesto que va a ganar más y será un salario fijo más las horas extras.

 

__Déjeme pensarlo, mañana le resuelvo, porque a la verdad prefiero el campo.

 

__Ve eso si que no se va a poder, usted es un idiota si prefiere estar todo embarrialado, o me resuelve ahora o en la tarde voy a Siquirres a conseguir uno.  Las reparaciones de la casa de administración son urgentes y quiero que comience hoy mismo.

 

El corazón le dio un salto en el pecho.  Ese mismo día la vería de cerca.

 

Esta bien, si es así, acepto.  ¿Que tengo que hacer?

 

__No hay más que hablar__ dijo el administrador__ Pase a la bodega, ahí encontrará cualquier herramienta que necesita y los materiales de construcción, si ocupa alguna otra cosa me lo dice con tiempo para mandarla a traer.  Aquí tiene una orden para el bodeguero, preséntesela nada más y ahora mismo voy a la oficina a arreglar lo de su nuevo puesto en la finca.

 

Mientras Carlos Antonio fue a la bodega, por las herramientas, la madera, los clavos y otros materiales que ocupaba, el administrador fue a su casa.  Su mujer se puso feliz, porque lo vio llegar a desayunar como al principio, como los primeros días y corrió a recibirlo.

 

__ ¿Quieres café?

 

__Si, alistame también dos huevos y me calentás tortillas, pero rápido porque no tarda en llegar el carpintero a reparar el cielo raso y la puerta del baño, ah y te advierto, que voy a estar llegando a darme la vuelta de vez en cuando y si te encuentro hablando con él o un poco cerca, te vas a arrepentir toda la vida.

 

Aún estaba desayunando, cuando llegó el nuevo carpintero y tocó la puerta.

 

Anda a abrir rápido que tengo que revisar unos trabajos ¡apúrate!

 

Al abrir la puerta la mujer sintió un horrible frío en el estómago y en sus pies.  Ese era el hombre que pasaba cantando todas las mañanas y que ella miraba a través de las cortinas cuando aún las sombras de la noche luchaban con la luz del día.  Visto así frente a frente era más impresionante, mucho más alto que su marido, que era muy alto... de piel bronceada, y un cuerpo de físico culturista.  Dejaba ver, por la camisa entreabierta, una selva de vellos, que nada mas viendo solo esa parte, se podría imaginar el resto del cuerpo.

 

La observación fue instantánea, pues corrió a seguir atendiendo a su marido, mas por deber que por amor.

 

El carpintero se quedó en la puerta, a lo que el administrador dijo:

 

__Pase, pase, ya voy a enseñarle el trabajo para que no pierda tiempo y lo haga rápido, porque tiene que arreglar las otras casas de administración.  Y no pierda su tiempo hablando con nadie porque a usted no se le paga para eso.

 

__Carlos entendió muy bien la directa, pero no le respondió como debía pues no pensaba obedecerle, sabiendo que era su única oportunidad, hablaría con ella antes de hacer cualquier trabajo.  Tenía que decírselo inmediatamente.  Solo necesitaba unos pocos minutos para decirle lo que había guardado por tanto tiempo y lo demás lo resolvería ella.

 

__Cuando estuvo seguro que iba lejos el administrador, dijo:

 

__Señora, no estoy aquí por casualidad, necesito decirle algo.

 

__Que... que quiere__ dijo ella sumamente nerviosa.

 

__Estoy aquí porque quiero decirle algo muy serio.

 

__ ¿Que es?__ dijo ella adivinando en la mirada de él lo que estaba a punto de confesar.__ si mi marido me descubre hablando con usted me puede hasta matar.

 

__Por favor se lo suplico, escúcheme, no puedo seguir guardando esto que siento por usted ¡no puedo!  ¡No puedo!

 

__ Pues yo no puedo hablar con usted__ dijo caminando en dirección al cuarto__ mi marido me mataría si lo descubre.

 

__ No la va a ver, ya me fijé y va lejos.  Si no aprovechamos este momento, por favor...

 

__Esta bien hable... pero... ¡dígalo rápido!

 

__Es que no puedo hacer nada antes para que me crea, pero tengo mucho tiempo de observarla, y he esperado como loco para decirle que la amo y que he planeado llevármela si usted acepta irse conmigo, no tengo mucho que ofrecerle, pero le doy mi vida si la quiere, yo estoy dispuesto a luchar por usted, vámonos de aquí, por favor, no siga aquí sufriendo esta soledad,

 

__No se quien es.  Este... yo...yo... no se que decir, no puedo aceptar eso, no lo conozco.

 

__Ve, pero yo a usted si, yo si la conozco a usted y le puedo asegurar que por muy malo que piense usted que soy, no podría ser igual a ese maricón, a ese poco hombre, a ese... que la deja sola toda la noche y todo el día.  Se de su soledad, de su tristeza, y también que ese maricas le pega, si, se que la golpea.

 

__Usted no tiene ningún derecho.  Cállese.

 

__Si lo tengo ¿sabe por que?  Porque he sufrido por meses por usted, yo he sufrido sus desvelos, porque cuando usted no puede dormir esperando a que el llegue... yo tampoco puedo hacerlo y la veo como levanta a cada instante la cortina, para asomarse a ver si viene.  No crea que solo quiero acabar con su dolor, también quiero acabar con el mío.  Tampoco usted tiene derecho de hacerme sufrir así.

 

__Cállese, cállese se lo suplico__  La mujer rompió a llorar y en un impulso repentino quizás por la confesión reciente, se lanzó a refugiarse en los brazos de Carlos Antonio que emanaba sinceridad en sus palabras, en sus gestos, en todo su ser.  Los brazos de él la apretaron contra su pecho con desesperación, deseando que aquel momento fuera eterno, pero inmediatamente ella se desprendió y corrió a su cuarto asustada.  A la hora de almuerzo que el administrador llegó, ya el cielo raso estaba reparado y las piezas de la puerta del baño estaban recortadas.  Carlos Antonio trabajaba destrozando el tiempo, no quería que el administrador sospechara que hablaba con la mujer.

 

__Caramba, caramba, trabaja rápido __dijo el administrador__ Se ve que no a perdido el tiempo, trabajó demasiado rápido, ojala siga así

 

__Es que quiero terminar a más tardar mañana aquí para hacer el trabajo de las otras casas, y pasar la otra semana al cuadrante.

 

__Bueno por lo visto es usted una de esas personas que no le gusta perder el tiempo, y su trabajo es excelente, la verdad es que no se le puede pedir más, creo que si sigue así, tendremos carpintero para rato.

 

__Señor, voy para la fonda a almorzar, y luego paso a la bodega por el material que ocupo para terminar la puerta.

 

__O. Key, yo voy a almorzar y luego voy a aprovechar que la corta de hoy no es muy grande y vamos a terminar temprano para irme después de almuerzo a echarme unos traguillos ¿usted toma?

 

__A veces, pero muy poco.  Es que me gusta ahorrar, usted sabe, uno va para viejo y después no puede trabajar, así, cuando deje de trabajar por lo menos me podré comprar una finquita.

 

__No es para tanto, la vida hay que disfrutarla, como usted dice uno va para viejo y ya cuando eso no puede disfrutar nada, anímese usted está muy joven para pensar así, no sabe de la que se pierde.  Tal vez un día de estos puede ir conmigo al rancho, a tomarse unos tragos... y hay unas viejas bien buenas.

 

__Si tal vez __dijo secamente Carlos Antonio __y se fue a almorzar.

 

De regreso ya la mujer había salido del cuarto, pues había visto a su marido salir en el carro con el chofer y cuando hacía eso era porque había dejado a alguien encargado de la corta y que llegaría hasta las seis para despachar el último contenedor y luego se regresaría otra vez sin pasar por la casa.

 

Carlos Antonio y ella se miraron largamente sin saber que decir y de nuevo se abrazaron.  Mayita no se explicaba que era lo que la impulsaba a lanzarse prácticamente a los brazos de aquel hombre desconocido, era como una fuerza magnética, como si lo conociera desde hacía mucho tiempo, en sus brazos se sentía protegida, amada, deseada.

 

No era un objeto más.

 

__Por favor __dijo el hombre__ vámonos de aquí, necesito una respuesta hoy, para arreglar todo.  Solo mañana vendré a trabajar y luego ya no podremos hablar, necesito que me resuelvas hoy mismo.

 

__Está bien, me iré contigo, me fugaré como una criminal.  Pero... no puedo seguir así.  No vayas a creer que soy así con cualquiera, me da vergüenza actuar de esta manera, pero no tengo otra alternativa, no tengo para donde irme y no me gustaría ser carga para mi hermano e ir a importunarlo, después tiene problemas con mi cuñada.  No quiero tampoco que tú pienses que yo soy una...

 

__Yo no podría creer nada malo de ti, Te conozco.  Lo se todo.  Y tu sabes que esta es la única oportunidad que tenemos, por eso actuamos así tan rápido, además no te voy a arriesgar después viéndonos en secreto, exponiéndote a que ese hombre te haga algo . El viernes recibo pago y meteré la renuncia.  Con esa platilla, aunque no me den todo, podremos hacer algo.  Como el sale todas las noches voy a traer un carro con un amigo, y te espero allá en el primer almendro de aquí para allá a las diez de la moche, el viernes, a esa hora todos duermen, nadie te verá.  No me falles.  Es la única oportunidad que tenemos porque después...

 

__No me falles tu a mí, porque si no resulta y ese hombre se da cuenta, no se que será de mi, creo que me mata.

 

__Primero lo mato yo a él, si algo sale mal, en la cara de él te llevo, pero nunca más te pondrá una mano encima ni vas a estar sola.  Te lo juro, te robaré de su propia casa, en su propia cara, que de por si me gustaría darle por ella.

 

__No conoces a ese hombre y de lo que es capaz.

 

__ ¡Claro que lo conozco!  Es un maricón que no se va a enfrentar a un hombre.

 

Desde ese día todo quedó planeado, no había más que hablar para no levantar sospechas, el viernes a las diez de la noche en el primer almendro.  El viernes se marcharían.

 

CAPITULO XVI

 

Bajo el frondoso y fresco almendro, en su hamaca de piola, Natalio observaba las estrellas.  Si hubiera tenido un hijo, o dos o tres, no se sentiría defraudado, pero... llegar a aquella edad enfermo, sin hijos, habiendo dado toda su vida, sus fuerzas, había sacrificado su juventud y su vida para la empresa y aunque él era carrero, cuando estaba joven, recién llegado lo habían puesto a inyectar el nemagón en las raíces de las matas de banano, muchos estañones fueron utilizados en ese tiempo y después cuando les dijeron que era malo, lo continuaron haciendo, a la empresa no le importó, lo que importaba era el bananal y su producción, sus hijos habían quedado en sacrificio a la poderosa transnacional bananera, como sacrificaban a baal los antiguos fenicios sus hijos... para nada, para llegar a ese estado, viejo y enfermo y sin haber echo nada en la vida, solo trabajó por el alimento diario.

 

__Maldito nemagón__pensó en voz alta.

 

__ ¿Y eso?  ¿Hablando solo?  __dijo alguien entre las sombras de la noche__

 

Y Natalio reconoció la silueta en medio de las sombras

 

__Diay Carlos  ¿Qué bicho te trajo por aquí?  Hace días no venís.

 

__Es que vengo a contarte algo para que lo sepas y que después no te preocupes por mí, vos has sido para mí un gran amigo y... no puedo olvidar que fuiste el que me enseñó el trabajo cuando llegué a esta zona y el que me cuidó cuando me dio malaria y que me sacaste al hombro del bananal cuando me picó la terciopelo que casi mecha pal otro lado.

 

__ ¿y ahora?  ¿Qué mosca te picó?  Porque para que estés recordando todo eso.

 

__Fíjate que me picó la mosca que algún día nos pica a todos... a mi me tiene picado desde hace tiempo, solo que ya...

 

__No me digas, tan arisco que has sido, si hasta asustado me tenías__ dijo riendo, yo llegué a creer que...

 

__No jodás vos, eso no, cabrón, yo soy muy macho...

 

__ ¿Quien fue la afortunada que te pescó.  Sus mañas debe haber usado.

 

__Pues vieras que no, ni siquiera sabía lo que yo sentía por ella hasta un día de estos que se lo dije.  Es la mujer más linda e impresionante que hay por esta región.

 

__A si, ahora si que veo la cosa en serio.  ¿Quién es?

 

__Te digo, pero no me sermoniés__ dijo Carlos Antonio con cara de niño arrepentido de una travesura.

 

__No, si ya hasta me asustaste con tanta ceremonia

 

__Es... es que... es que me... me enamoré... de... de... bueno que me voy de aquí con la mujer del administrador.

 

__ ¿Qué?  ¿A doña Mayita?... ¿estás soñando?  ¿Ya fuiste al psiquiatra?...estás totalmente loco.  ¿Ella dijo que si?...

 

__Si... dijo que si.... que se va conmigo.  Y es cierto, estoy totalmente loco, desde que la conocí, no hago otra cosa que pensar en ella.

 

__Aprovechaste tu nuevo trabajo de carpintero y se lo dijiste.

 

__Era mi única oportunidad para hablarle, vos sabes que ese tipo la tiene prisionera en su propia casa...

 

__Si... pero si alguien descubre algo te botan.

 

__Ya me boté.

 

__ ¿Como que ya te botaste?

 

__Me voy el viernes con ella.

 

__Y el récord ¿vas a perder todo?

 

__No importa, busco trabajo en otra parte.

 

Natalio era sencillo y muy franco y siempre hablaba a sus amigos con la verdad pura, sin máscaras.

 

__ ¿Y vos crees que esa señora podrá vivir con un peón bananero?  Ella está acostumbrada a otras cosas, a otra vida que ni siquiera nosotros nos imaginamos porque nunca la hemos conocido ¿crees que se podrá acostumbrar a la vida de pobre?

 

__Con mi cariño y el amor que le tengo, lucharé para que no le falte nada, aunque me muera de trabajar, yo le voy a dar todo lo que necesita y más.

 

Natalio se quedó callado.  Era increíble que una persona tan áspera, tan ruda, acostumbrado a vivir solo por tantos años, mostrara aquel sentimiento tan delicado, tan tierno.  Se dio cuenta que no venía por un consejo, porque la decisión estaba ya tomada.  Además su amigo había venido a confiarle un secreto que ya no le cabía en el pecho, a compartir su felicidad con él.

 

__Bueno, pues...entonces no me queda más que desearte que te vaya muy bien, se que sós lo suficiente hombre como pa medir lo que estas haciendo, solo que tené mucho cuidado con ese hombre.

 

__Pal miedo que le tengo, o vos crees quel hombre que le pega a una mujer es capas de enfrentarse a otro hombre, si ese es un maricón.

 

__Ya me decía yo que vos te las traías, tanta vieja detrás de vos y no les hacías caso, pero nunca me imaginé a quien le habías puesto el ojo.

 

__Así es la vida.  Creo que al sentirla tan lejana, tan imposible, pero tan indefensa fue lo que me dio mas fuerzas para querer rescatarla de las manos de ese maricón.  Bueno, que pases buenas noches, voy a dormir que mañana hay que trabajar.

 

CAPITULO XVII

 

Amparado por las sombras de la noche, Carlos Antonio esperaba con ansiedad, mirando el reloj cada segundo.

 

__Ya son las diez y cinco, ¿será que se arrepintió?

 

__Tené calma __le dijo su amigo__ solo han pasado cinco minutos.

 

__Si ¿verdad?  Es que la verdad estoy muy nervioso.

 

__Alguien dio unos golpecitos al vidrio de atrás y en medio de la oscuridad que cubría todo, el perfume de Mayita golpeó la cara de Carlos Antonio, que creyó estar soñando, y sintió como un bálsamo suave que inundó su alma.  Inmediatamente se bajó del auto y abrió la puerta de atrás.

 

__Vamos, sube rápido, que el diablo puede meter la cuchara.

 

__Ella subió en silencio y el chofer emprendió la marcha.  En el puente de Goli se toparon el carro de la finca, Gelda venía con el, los dos reían a carcajadas el taxi pasó desapercibido para ellos.  Además no había que temer que se diera cuenta porque el, aunque venía temprano se quedaría en la casa de la compañera de tragos.  Pasaron por el centro de Matina lo más rápido posible, ya Carlos Antonio había alquilado una casa en Estrada pues no podía irse muy lejos, porque la mayor parte de las fincas estaban en el cantón.

 

Mayita iba en silencio.  Sus sentimientos se arremolinaban en su ser en ese instante.  No entendía porque sin conocer a aquel hombre se había depositado en sus manos, sintiéndose tan protegida, sin desconfiar de él.  Era como si aquel sentimiento que el sentía la envolviera.  Aquel ser maravilloso había en sus sueños, y ahora la llevaba hacia la anhelada libertad.

 

Desde que subió al auto se sintió libre, aquella libertad se sentía suave, fresca, era como el aire que le golpeaba la cara.  Sintió la mano de Carlos Antonio sobre la suya reconfortante, delicada, tierna a pesar de aquellos cayos y aquellas asperezas producto del duro trabajo en el campo, necesitaba de aquella energía, que él le proyectaba producto de aquel sentimiento, de aquella pasión oprimida por tanto tiempo, su mano estaba caliente y temblorosa.  El perfume suave de Mayita inundaba el auto.  Era una fragancia suave pero que le hipnotizaba, siendo un hombre acostumbrado a las rudezas de aquel ambiente áspero de las bananeras, se había apoderado se el un sentimiento que le transformaba a la superación, a la lucha contra todo, a la ternura.  Aquella maravillosa mujer lo inspiraba porque ella era toda suavidad y ternura.  La cuidaría como nadie la había cuidado, si tenía que agregarle más días a la semana, le agregaría, si tenía que inventar un mundo nuevo, lo inventaría, estaba dispuesto a trabajar día y noche por ella, para que nada le faltara, ni extrañara nada de la vida anterior.  Ella olvidaría aquellos días de cautiverio y soledad.  El llenaría todo.

 

Al fin la podía tener cerca, tan cerca, podía apretar su mano y sentirla temblando igual que la suya.  Llegaron a la casita.  Lo único que llevaba cada uno era un maletín con ropa y algunas cosas de uso personal.  Mayita entró a la casa y miró a Carlos Antonio con agradecimiento, la casita tenía todo lo necesario.  Una mesa redonda con cuatro sillas y un florero sobre ella, en el único dormitorio una cama matrimonial cubierta con una colcha brillante de satín rosado, en la cocina un trastero, una mesita pequeña con dos bancos y para cocinar los alimentos una plantilla de gas.  Todo estaba en perfecto orden y de la humilde vivienda emanaba un delicioso olor a limpio.

 

Ella tomó las manos de Carlos Antonio y lo miró fijamente a los ojos y rociándolo de agradecimiento, por primera vez de lo mas profundo de su ser salió un sentimiento de amor incontrolable que la hizo buscar los brazos de aquel hombre y se abrazaron con grande e infinita ternura y ella le dio las gracias, a lo que Carlos Antonio, dijo:

 

__A ti, mi amor a ti es que tengo que agradecer esto que siento y que me inunda todo de felicidad...

 

El reloj de pared marcó las doce de la noche.  Un nuevo día comenzaba para los dos desbordante de caricias impregnadas de ternura que desbordaron la pasión contenida, pero... también comenzaron nuevas luchas.

 

CAPITULO XVIII

 

Grandes y gruesas gotas de lluvia golpeaban el techo de la oficina, donde se había encerrado el administrador después de la distribución.

 

Con gesto áspero y mirada fiera leía y releía una carta que había encontrado en la cama vacía, cuando llegó a su casa.

 

Pero... a pesar de su aspecto fiero, parecía como si un peso muy grande, le estuviera aplastando el alma.

 

Con sus codos sobre el escritorio, sosteniéndose la barbilla con las manos, dejó salir al aire de su boca un triste monólogo:

 

__Quien entiende a las mujeres, no le faltaba nada en la casa, tenía carro y chofer cuando iba a salir, y hasta le compraba esas tonterías de libros de poesía y de literatura... puras vagancias ¿Adonde habrá ido?  ¿se habrá ido sola?  ¿Por qué se fue?  Y... aunque nunca pasaba con ella ¿Por que diablos ahora que no está me siento tan solo, tan vacío.  Ahora cuando entre a la casa ya no la veré ahí esperándome.  La cama estará vacía y ya no tocaré aquella piel tan suave y delicada que hasta miedo me daba tocar pero que tanto me gustaba...  ¿Por qué putas nunca se lo dije?...  ¿Por que no le dije que aquel olor suave y delicado que solo ella tenía, me hipnotizaba, me enloquecía, y yo no sabía como tratar a una mujer tan fina y diferente a las que siempre había tratado.  Las otras, las de afuera, casi siempre tenían olor a sudor, a pelo sucio, a... pero en mis cabronas borracheras me hacían sentir más macho y ellas tenían un atrayente olor a hembra.  Y ahora, ella me abandonó, dejándome esta horrible sensación de soledad  ¿Ahora que hago con todo esto que siento?... Baah...pronto regresará... no pasan ocho días y volverá... ella no va a aguantar estar largo de mi y yo me iré a la cantina y después de unos tragos, el asunto estará resuelto.

 

Salió de la oficina y dio órdenes al oficinista:

 

__Larry, recuerde que hay que meter tres peones más por factura, yo tengo que ir a ver como va la arrancada de rebrotes, para informarle lo que vamos a hacer antes que el capataz traiga el informe, ya sabe no todos se meten en planilla, tenemos que dejarnos una buena parte para nosotros, para las birras y otras cosillas más... y con una risilla se alejó de la oficina y se internó en el bananal.  El chisme ya había corrido y los peones comentaban entre ellos.

 

Un grupo que se encontraba limpiando un canal, lo vio pasar el puente rumbo al área donde estaban sacando rebrotes.

 

__Ahí va el viejo ese lo mas campante, como si nada, según el le vamos a creer que no le importa.  ¡Que bárbaro Carlos Antonio, cuando ese hombre se de cuanta con quién se le fue la señora.

 

__No creo que haga nada, ese conoce bien a Carlos Antonio.  Si a ese lo que le sobra es valor pa’ todo.

 

__No, si no es a ese valor al que me refiero__ dijo el otro__ cuando ese se de cuenta, lo va a mal informar en todas las fincas vecinas y no podrá conseguir trabajo, no va a poder mantener la mujer y como ella no esta acostumbrada a las pobrezas, como uno, se le va a ir, que te lo estoy diciendo, se va porque se va.

 

__Yo apuesto a que no, ella se ve que es una buena mujer y si se arriesgó a irse con el Carlos, ella sabía lo que estaba haciendo...y...

 

__Si no es porque sea mala, es porque la vida de pobre no es nada bonita y cuando se vea pasando privaciones...

 

__Oigan__ dijo uno de los mas jóvenes que no había intervenido en la conversación y que los escuchaba con mucha atención.__ ¿saben como le dicen ahora a Carlos Antonio?

 

__ ¿Como?__ preguntaron los otros.

 

__Pues diay ¿Cómo le van a decir?, el Magnate, ese mae parece el roco de la novela, no ven que hembra se fue a llevar.

 

__No, si no es para menos.

 

El administrador se perdió de vista en el bananal y ya había cruzado el otro canal al otro lado del cable, cuando un peón que estaba embolsando lo llamó.

 

__Hey, patrón, tengo que decirle algo, venga acá.

 

Realmente no tenía nada de ganas de hablar con aquel hombre, que era muy conocido como hablador y chismoso y lo que nadie sabía, el siempre tenía la información.  Volteó a ver con desgano y le dijo:

 

__ ¿Que quiere?  Tengo que ir a ver la arrancada de rebrotes y me precisa porque después tengo que salir.

 

__Yo se, yo se, doncito, que usté es un hombre muy ocupado y que por eso muchos se aprovechan.

 

__ ¿¡Como que muchos se aprovechan?!__ dijo iracundo el administrador.

 

__ ¡Claro!  Usted cree que yo no se lo que le pasó a usté, patrón.

 

__ ¿Y que pasó según usted?

 

__Pa que disimula patrón, si todos saben que el carpintero se le llevó la mujer.  Dicen que pa eso pidió el tiempo, pa tener plata pa llevársela.

 

El hombre palideció y sacó de su bolsillo un pañito que usaba para enjugarse el sudor y se lo pasó por la frente y luego exclamó:

 

__ ¿Cómo?  ¿Usted está seguro?, ¡hable!  ¡Cuénteme lo que sabe!  O es nada más otro chisme suyo.

 

__Yo no soy ningún chismoso patrón, pa que vea, yo siempre averiguo la verdá y si abro la boca es por algo.

 

__Hable entonces ¿Qué es lo que sabe?

 

__Pues fíjese que anteanoche, ya tarde, yo no me podía dormir porque estaba así como desvelado, y oyí entrar un carro y mi´asomé porque no sonaba como el de la finca, el carro se parqueó allá por el almendro, yo salí con el foco pero no lo encendí pa que no me vieran y me paré detrás del almendro, cerquitica de´llos que no me lograron ver, y era el Carlos Antonio, pero como a los cinco minutos de haber llegado, oigo la voz de una mujer y unque estaba oscuro, era ella, y se subió al carro.  Al ratito entró usté, pero se quedó en la casa de Gelda, si se hubiera ido pa su casa se da cuenta inmediatamente y tal vez se hubiera devuelto, porque usté tiene que habérselos topado.

 

__Entonces fue el carro que yo me topé en el puro puente de Goli pero ni puse cuidado a ver quienes iban.

 

__Y que esa condenada Gelda iba haciendo mucha bulla, yo la vi cuando pasó en una pura carcajada, diciéndole a usté que no la pellizcara, que cuando llegaran a la casa lo iba a pellizcar... bueno, averigüe que antes de irse él ya había pegado en Tricios y que había alquilado una casa en Estrada.

 

El administrador sacó un pañuelo de la bolsa de atrás, gruesas gotas de sudor, bajaban por su frente, y su rostro estaba rojo como si fuera a explotar.  Luego se puso pálido.  El peón lo vio tambalearse y caminar hasta el cable para apoyarse en una torre.  Parecía que iba a caer en cualquier momento.  El peón se acercó para ayudarle y lo escuchó decir apretando los dientes:

 

__Ese desgraciado va a saber quién soy yo, de mi nadie se burla y este malpario se aprovechó del trabajo que le di.

 

Una llovizna caía suavemente en el rostro del administrador, como un bálsamo refrescante... se alejó lentamente bananal adentro, mientras sus ojos se inyectaban de odio.

 

CAPITULO XIX

 

Era invierno en la zona Atlántica y los torrenciales aguaceros caían inmisericordes en toda la provincia.  La lluvia paraba un rato, para seguir arreciando después.  Toda la noche llovio y todo el día siguiente y apuntaba sin lugar a dudas que habría llena.

 

La cantina como todas las noches, estaba que no cabía una persona más.  El administrador tomaba con sus capataces.

 

Una mujer que destilaba amabilidad por doquier, servía las mesas.

 

__Amorcito ¿quiere una boquita?

__Si me da la suya, me la como toda.

__Cuando quiera, papi, puede comérsela.  Con gusto se la doy.

__ ¿Solo la boca?  ¡Mami!

__Lo que usté quiera, cielito.

 

Y la mujer se alejaba contoneándose más, moviendo sus caderas como si estuviera practicando un baile árabe en la cantina.  Llegaba periódicamente a limpiarles la mesa y cada vez que lo hacía el administrador le propinaba un pellizco de cariño en su prominente trasero.  Ella respondía con un gesto insinuante, sacando la puntita de la lengua, que transportaba al hombre a fantasías eróticas.

 

El administrador ya bastante afectado por el licor ingerido y por mostrarle a la mujer cuan macho era, subió sus pies sobre la mesa mostrando unas botas de montar con las puntas de acero y dijo:

 

__Si alguien anda unas botas más caras que estas, que las suba a la mesa y yo me voy descalzo, le regalo las mías, y lo invito toda la noche.

 

Después de las doce ya algunos clientes empezaron a irse, quedando unos pocos en otras mesas y el administrador con sus capataces de farra.  La mujer que servía se acercó y le dijo algo al oído a lo que él la rodeó con su brazo diciendo:

 

__Un clavo saca otro clavo, no hay que llorar por nadie  ¿Verdad, mi amor?

 

__Claro papi, __dijo la mujer__ y yo no solo el clavo te puedo sacar, si querés hasta las paredes te arranco.

 

El ruido de las botellas, las risas, los chistes, se mezclaban con el olor a cigarros a licor, a cervezas y a sudor, junto con el tan usado orinal que ya nadie sentía el mal olor.

 

Un hombre mal encarado y trabajador de una finca vecina que conocía al administrador, totalmente borracho, comenzó a hablar solo y en voz alta, a lo que todos pusieron cuidado.

 

__Cosa más fea creer que uno tiene un buen potrero, bien cuidado y que otro mae se meta a robar pasto, pero es más feo que le roben a uno la vaca.  Veee, eso sssi esss feo.  Que se le lleven a uno la vaca pa otro lao y quiuno no sepa nada.

 

Uno de los capataces empujado más por el licor, que por la amistad se volteó y le dijo:

 

__Vea cabrón, si tanto le preocupan sus animales pa que sale a tomar.  Acuéstese con las gallinas y así nadie le roba nada.  A nosotros no nos preocupa eso que para vacas aquí las hay y muy buenotas las condenadas y como usted ve, parece que dan muy buena leche.

 

__Vamos__ dijo el administrador__ que hace rato me muero por llevarme esa vaca para mi potrero__ y volvio a ver a la mujer que ya estaba alistando sus cosas para irse con el.

 

Era tanto lo que había llovido que el agua del canal de Milla Uno, pasaba como medio metro arriba del puente, con la corriente pasando al contrario.  Uno de ellos se bajó y pasó el puente a pie para cerciorarse si estaba en buen estado y luego pasó el carro.

 

Al llegar a la finca, ya muchas de las personas estaban en el corredor de la oficina, porque las casas del cuadrante estaban inundadas.

 

CAPITULO XX

 

Con la caída del precio del banano, cayeron los salarios y con ellos el desayuno y el almuerzo de los peones bananeros, los uniformes escolares y los útiles y la asistencia a clases de los que tenían familia también cayó.

 

Se creó una ley que no dejaba trabajar a los menores de edad, pero estos no podían ir al colegio por falta de recursos y se quedaban en la casa mientras sus padres trabajaban, expuestos al acecho de otros jóvenes que al no poder trabajar ni estudiar, se dedicaban a hacer dinero de la forma más fácil, ganando clientes para venderles droga.  Ahí no había ninguna ley que los vigilara y podían actuar como querían...el estar ociosos hacía que se reunieran en las esquinas o en los parques a planear otro tipo de delitos que luego los llevaría a la cárcel o les causaría otra desgracia.

 

Todo había caído con el precio del banano.

 

Lo único que no cayó, fue la siembra, que siempre continuaba, siempre caían las montañas, los árboles.  Hectárea tras hectárea caía, nuevos canales se abrían paso y nuevos diques para proteger las plantaciones, entre más bajaban los salarios a los trabajadores, más hectáreas de montaña eran taladas para sembrar nuevos bananales, había una lucha constante contra el río para poder utilizar los terrenos que se inundaban y esta lucha los llevaba a construir diques y mas diques para ganarle la guerra al río, no se escatimaba esfuerzos ni dinero y los diques se construían sin pensar en el impacto ambiental que esto ocasionaría y en las consecuencias que esto podía traer con el tiempo y no solo material si no también humanas.

 

Y la tala de árboles era constante y la construcción de diques también, el pueblo no se explicaba como habían salido los permisos para todo eso sin ser regulado, sin pensar en lo que podía ocasionar en un futuro en los poblados cercanos, las autoridades reguladoras de todo esto parecían meopes.

 

Habían medios de comunicación de la región que se preocupaban por exaltar las obras municipales, con fotos de los regidores encargados de cada obra y del alcalde en turno, pero nunca aparecían fotos ni informes de la gran deforestación de la provincia, ni de la construcción de diques que luego afectarían los poblados, ni de la contaminación ambiental, ni de los casos de alergias y niños asmáticos que habían surgido de un tiempo para acá.

 

Caía la salud, caía el vigor de los trabajadores, caía la mesa en donde comían los niños de los bananeros y aquel monstruo verde crecía y crecía devorando hectáreas de montaña, contaminando con sus químicos los ríos y los canales, caía todo, la esperanza de una vida mejor para sus hijos, de dejarle un pedazo de tierra a sus nietos y una vejez agradable a aquella compañera de pobrezas y privaciones.

 

Don Jorge era uno de esos trabajadores que había dejado sus fuerzas en la tierra, en aquella tierra que producía para enriquecer a otros.  Salía a las cuatro de la mañana de su casa, para llegar con sus compañeros al "pegue" antes de las seis.  El fue uno de esos trabajadores que cayó con el precio del banano y la liquidación apenas le dio para comprarse un lotecito y hacerse una casita, después como ya estaba muy viejo tuvo que unirse a la nueva política de la compañía y era poner contratistas para las diferentes labores y los peones eran contratados por estas personas sin ser parte del personal de las plantaciones.

 

Ese viernes tenía que entregar el zanjo terminado y era un día de esos en que el sol calentaba con sus rayos no solo la tierra, sino también la piel de los trabajadores.  Don Jorge regaba con su abundante sudor la tierra y parecía como si las fuerzas fueran a abandonarlo en cualquier momento, si no entregaba el zanjo ese mismo día, no podía cobrar y sus hijos lo esperaban con comida.  Cada palada que el sacaba del zanjo, significaba una arepa para sus niños.  La camisa se le pegaba al cuerpo, y todo giraba alrededor.  Cuando despertó, sus compañeros estaban terminando el zanjo, todos juntos hicieron posible que el entregara su tarea.

 

__ ¿Como se siente, don Jorge? __dijo uno de ellos__ y no se preocupe, que ya terminamos.

 

El hombre estaba sentado bajo la sombra de una frondosa cepa de yute y dos compañeros se acercaron para ayudarlo a levantarse.  Su boca estaba cerrada, pero con un gesto de admiración y agradecimiento comenzó a caminar, mientras por sus mejillas bajaban gruesas y copiosas lágrimas que se confundían con el sudor y que evitaron que sus compañeros se dieran cuenta que lloraba.

 

CAPITULO XXI

 

Esa mañana cuando Carlos Antonio se presentó a la distribución, el capataz le dijo que pasara a la oficina, porque tenía que hacer recorte de personal y el era uno de los más nuevos.

 

Fue a muchas fincas, pero en todas le decían que no, y ya cansado dijo a Mayita:

 

__No voy a buscar más trabajo en fincas bananeras, siento que en todo esto tiene que haber mano peluda, se me hace que alguien no quiere que me den trabajo.

 

__Y ahora, ¿Qué vamos a hacer?

 

__No te preocupes, que los ahorros de toda mi vida están intactos, no les hice nada con la compra de las cosas para la casa, pensando en tu futuro.  Voy a comprar una finquita y la sembraré de plátano y mientras tanto busco trabajo con los dueños de fincas de plátano.  No le voy a dar gusto, vas a ver que vamos a salir adelante.

 

Estrada era un lugar de tierras muy fértiles, y los agricultores se dedicaban a la siembra de dátil, que para el comercio exterior se llamaba Baby Banana, y era un producto que estaba siendo exportado, pero también sembraban plátano para exportación.  En ese lugar funcionaba una cooperativa de plataneros que había ayudado mucho en el desarrollo de la región desde su comienzo y Carlos Antonio se asoció a ella.

 

Así, trabajaba medio día con alguien particular y el resto del día se dedicaba a trabajar en lo suyo, los fines de semana también los trabajaba con alguien particular y hasta logró llegar a ganar más de lo que ganaba en las bananeras.

 

Mayita, trataba de no hacer gastos innecesarios, se adaptó a una vida más sencilla y fueron haciendo poco a poco que sus ahorros crecieran, la finca fue sembrada toda de plátano y cuando los ahorros fueron suficientes, compraron un lote y los compañeros que habían sido liquidados les ayudaron a construir la casa.

 

Una linda casita de cemento, de dos plantas por lo de las llenas, con su corredor y sus barandas, para colgarle plantas, era el premio a un esfuerzo sobrehumano, que el amor que sentía Carlos Antonio impulsaba.

 

Sentados en el corredor, contemplando el atardecer, dijo Carlos Antonio:

 

__Si no hubiera sido porque no me daban trabajo en las bananeras, tal vez no me habría esforzado tanto, pero eso me dio tanto coraje que quise demostrarle a ese que podríamos salir adelante, ahora ya tenemos casa, la finquita y...

 

__...Y creo que un bebé __dijo Mayita__

 

Carlos Antonio la inundó con su mirada llena de felicidad y aunque ya Mayita no tenía edad para un embarazo, pues estaba cerca de los cuarenta y nunca había tenido hijos, lo que más deseaban los dos era tener un niño, por eso él confiaba en que Dios los iba a proteger desde el primer momento.

 

Ahora tendrían que seguir luchando, ahorrando y sembrando.  La vida les daba un ser por quien vivir.

 

Compró cinco hectáreas más y las sembró de plátano, esa cosecha estaría para cuando naciera el niño.

 

El platanal crecía hermoso y verde, muy verde.

 

Aquella tierra era bendita, todo lo que se sembraba crecía robusto y saludable.  El hombre sembraba y Dios hacía crecer las plantas y con ellas la esperanza de un futuro mejor.

 

CAPITULO XXII

 

La negra cinta de asfalto que comunicaba la provincia de Limón con la capital, era eso, una cinta negra que adornaba la verde alfombra que cubría las llanuras de Matina.

 

__El banano es progreso__ decían nuestros representantes de gobierno y las instituciones encargadas del desarrollo.  Progreso, progreso.  Desde la construcción del ferrocarril al atlántico se escuchaba eso.

 

Y Matina seguía durmiendo, dormía un sueño del que tal vez un día despertaría y vería los patios donde corrieron los niños sembrados de banano y la finca de el único negro que luchaba por conservar la tierra que le heredaron sus antepasados, para sembrar ñame, ñampí, yuca y malanga, sin árboles de jaquí y de fruta de mono, sin árboles de fruta de pan y castañas y todo estaría sembrado de banano.

 

Natalio iba a una de sus citas médicas, por su rodilla.  Le gustaba sentarse al lado de la ventana para observar aquello que los políticos se esforzaban por que creyéramos que era progreso.

 

__Progreso __dijo __ ¿para quienes?  ¿Para los que venden nuestros sueños?  ¿Nuestra cultura a extranjeros?  Con el único propósito de conservar un estilo de vida, llena de lujo y tecnología, mientras el pueblo se debate en la miseria.

 

Las fisioterapias y los medicamentos eran parte de la vida de Natalio.  No podía dejar de pensar en sus años de bananero, cuando el se jactaba de ser el mejor carrero.

 

Alguien se sentó a su lado.  Volteó a ver y era uno de sus antiguos compañeros de Trabajo

 

__Diay Nata ¿Cómo te va? , vieras como me alegro de verte.

 

__Fíjate que yo si no fuera por esta pata, diría que bien, y claro yo también me alegro de verte, hace tiempo que no te veía.  ¿Cómo te ha ido?

 

__También podría decir que bien.  Me compré una finquita.  Y me hice mi casita no me puedo quejar... pero ¡que tirada!  A vos nunca se te compuso esa pata.

 

__Así es, ya cuando uno no sirve para nada...

 

__Y ¿ondee vivís ahora?

 

__En Estrada.  Ahí compramos un terrenillo muchos de los que fuimos liquidados, vos sabes Estrada es la tierra más buena pa sembrar plátano, da unos platanotes grandes y gordos y dulcíticos que son una miel, yo siempre he dicho que son los mejores plátanos de la provincia.  Cuando me siento un poco bien me voy pa la finquilla y me pongo a chapiar y a sembrar, me da un gusto ver cuando crecen las matas, verdes y gordas, con toda la fuerza que absorben de la tierra, si es que parece como que se van a reventar de lo lindas que se ponen las condenadas matas.  Ah, ahí en Estrada vive Chapulín, y Zorro y Carlos Antonio que salió antes de que lo liquidaran.  Y también esta el Chele y Guapote, Moncho Conga y Grillo y otros más, todos nos metimos a la cooperativa de plataneros, y nos faltas vos y algunos otros de aquel entonces.

 

Es que yo compré allá por Cuatro Millas y el Héctor y Ñampí, también Munguía y Bajop a y Leonel.  Otros compraron afuera en Matina, por la orilla del río, cerca del puente del ferrocarril.

 

__Como me alegra saber de todos, a mi esta condenada pata me quita las ganas de vivir a veces, pero Dios me la dio y no me voy a quitar hasta que el así lo disponga, mientras tanto tengo que hacer la lucha.  Mira vos, __ dijo Natalio cambiando la conversación, ahí, hay como diez dragas haciendo canales y un montón de vagonetas y bajops haciendo un dique, que ¡Dios nos agarre confesados!  Cuando se venga ese río, y mira ,tienen tiempo de que el río viene y se lleva ese bananalillo y luego lo vuelven a levantar y viene el y se lo vuelve a llevar, ya hasta dicen que ese terreno tiene una maldición, que porque era un cementerio indígena y no lo respetaron, dicen unos jetas por ahí que la draga sacó una tumba y que habían un montón de cosas de piedra, hasta la figura de un rey y una reina con sus cabezas trofeo y todo, hasta un trono de piedra al estilo indio y un montón de piedras de moler pequeñitas, como para moler cacao, y un altar en forma de jaguar y dicen que todo lo sacaron los dragueros y lo fueron a vender de a callado, que no se diera cuenta el dueño de las dragas, pero... los reyes están cobrando venganza por haber sido sacados de sus tumbas, dicen que esas figuras eran impresionantes y que el río les obedecía, que hasta que no vuelvan a su lugar, no descansaran en paz y que van a destruir todos estos lugares y las bananeras, pero... lo malo es que ahora quien sabe adonde están.  ¿Sabes que?  Con maldición o sin maldición, lo que me extraña es que ese pedazo donde inunda el río todo el tiempo no es muy grande y sin embargo insisten en sembrarlo cada vez que se lo lleva el río, no entiendo, como hacen para invertirle tantos millones en canalizaciones y diques, si después viene el río y se lo lleva, no entiendo por que si el precio del banano está tan malo como dicen ellos, porque insisten en sembrar e invertir en un terreno que les da tanto gasto.

 

__No si por ellos ya hubieran sembrado banano hasta en el patio de las escuelas y las iglesias y esos diques que hacen cada vez más altos a los que van a afectar es a los poblados que están desprotegidos y lo malo es que nosotros nos aguantamos todo, siempre nos quedamos queditos, dejando que hagan lo que les da la gana.

 

__Aunque hagamos algo... ¿Qué podemos hacer?  ¿Quién nos va a oír?  Las leyes siempre van a estar al lado de ellos, A nosotros lo que nos queda es llevar palo.  Cualquier cosa que hagamos llevamos las de perder, siempre nos prometen, nos dicen que nos reunamos, que va a venir el ministro, después el dice que hay que hacer otra reunión y que trataremos de resolver el asunto pero que hay que esperar a ver que dicen los técnicos y luego los técnicos dicen que hay que revisar los estudios que se hicieron y...

 

__Y... mientras tanto nos lleva puta, esperando que resuelvan algo

 

__No creas, podemos hacer algo, creo que debemos de reunirnos todos los que tenemos tierrillas a la orilla del río o en terrenos que se inundan y después iremos todos a una sesión municipal, pa ver si esos del gobierno hacen algo.

 

__Sabés queso es una buena idea, __ dijo Natalio__ yo me voy a encargar de hablar con los de Estrada y vos con los de Matina y Cuatro Millas, pa que nos organicemos.  Anda a mi casa, solo preguntas por mi, ahí todo el mundo me conoce, y te podrán decir donde vivo.  Hay que apurase, porque cuando empiecen las lluvias, ese río hará de las suyas.

 

CAPITULO XXIII

 

Diciembre, mes de aguinaldos, de tamales, de paseos, de fiestas, de compras, mes del comercio, y de vientos de verano que levantan enaguas y arrancan techos allá por Esparza y Guanacaste.

 

Allá en la zona atlántica, mes lluvioso, de torrenciales aguaceros, de ríos crecidos, de ropa mojada y de grandes luchas por una Navidad feliz para los niños.

 

Los trabajadores bananeros trataban de meter horas extras para ganarse un poco más y comprar los estrenos a sus hijos y algún juguete a los más pequeños.

 

Algunos hacían aseo en la planta empacadora, otros limpiaban rolas y otros afilaban los curvos de selectar o descargaban contenedores de cartón.

 

Para la zona atlántica era un mes lluvioso, mientras que para el resto del país, era de verano.  Día con día la lluvia azotaba la zona.

 

Diciembre era un mes de sorpresas, y nunca eran agradables.  Densos y oscuros nubarrones pasaban y pasaban hasta perderse en los azules y altos cerros de la cordillera.

 

Un ruido ensordecedor de ranas rojas y verde con negro, hacían perder las esperanzas, cada vez que la lluvia se aplacaba.  Dejaba de llover por un momento y luego continuaba, más fuerte.

 

Natalio dormía plácidamente a pesar de las fuertes lluvias, porque él había construido su casa en unas altas basas, él y muchas personas más, para no tener que estar subiendo muebles y amarrándolos a las cerchas, era mejor prevenir, por eso construyeron en basas bien altas.

 

__Nataliooo, Nataliooo, Nataliooo.__gritaban desde afuera como a las once de la noche.

 

__ ¿Que pasa?  ¿Qués la jodedera? __ preguntó desde adentro__

 

__Que ya se salió el río __le contestó el vecino.

 

__Bueno, gracias, no te preocupes.  Yo ya alisté todas las cosas antes que anocheciera.

 

__Bueno, Nata, buenas noches.  Voy a caerle mal a otros.

 

__Buenas noches __dijo__ y se dio vuelta en la cama y siguió durmiendo.

 

Era normal, siempre que llovía mucho el río se salía, no había paso hasta la pista, Estrada y Matina quedaban incomunicados.  No había de que asustarse, luego bajaba.  Era solo recoger las cosas, ser precavido, además, se estaba construyendo un dique allá arriba, en un lugar al pie de la montaña que se llama Corina.

 

Era imposible que llegara al piso de su casa.  Para eso la había construido bien.  Se durmió plácidamente.

 

Aún quedaban poquitos de noche escondidos bajo los árboles y las plantas de dátil del poblado, cuando sintió la humedad en su colchón.  Abrió un poco los ojos y tocó a un lado, el frío subió por todo su brazo, el agua llegaba al borde de su cama, eso era imposible, a no ser que otro diluvio cayera sobre la tierra a pesar del pacto de Dios con Noé.  Se levantó apresuradamente y despertó a su mujer, ya el colchón estaba mojado.

 

Amarró los muebles de sala que ya estaban mojados y las camas, los colchones estaban inservibles y lo demás se lo llevó el río, muchas cosa andaban flotando dentro de la casa.  Apenas amaneció, llegaron sus vecinos a llevarlos en una panga para el albergue, en la escuela, que era el edificio más alto.  El frío hacía que le doliera más la pierna.  ¡Que cosa!  Cuando el construyó esa casa estaba seguro que el río nunca lo haría salir de ahí.

 

Natalio y su mujer llevaban lo que habían podido rescatar de ropa.  El albergue estaba totalmente cubierto de esponjas y cobijas con el sello de la comisión de emergencias.  Casi no se podía caminar dentro de él.  El frío era insoportable y la estancia ahí también.  Los servicios estaban atascados y el olor también.  Habían niños de todos los tamaños y faltaban los pañales.  Los más pequeños lloraban de frío, el quería llorar del dolor.

 

La panga llegó con más gente y decían que en Vanazos estaban subidos en los techos esperando a ser rescatados.

 

Carlos Antonio bajó de la panga y ayudó a Mayita a bajar.  Ella estaba en avanzado estado de embarazo.  Natalio se apresuró a bajar las gradas a pesar del dolor a ver en que podía ayudar a su amigo y a su esposa.

 

Acomodaron las esponjas cerca de ellos y se acostaron a descansar.

 

__Esto está feo__ le dijo Carlos Antonio a su amigo.  __oí que allá arriba, en un lugar que se llama Baltimore, ya ha arrancado cuatro casas.  Y dejó sin cultivos a muchos campesinos.

 

__Si, ya oí eso__ dijo __además dicen que hay varios ahogados y desaparecidos.  Y muchos animales domésticos.  Esto tenía que pasar, yo lo venía diciendo, pero como soy uno más del montón y no tengo ningún título, quién me va a hacer caso.  Lo que uno dice no vale para nadie y los que pueden o se hacen los chanchos por negocio o son más brutos que uno.

 

__Fíjate que la vez pasada yo estaba conversando con el vecino de la finquilla__ dijo Carlos Antonio __ y nos preocupaba eso que las bananeras hacen diques por todo lado y otras empresas que tienen mucha plata, y lo que hacen es tirar el agua a otra parte o a los platanalillos de uno que no puede protegerlos porque no tiene plata.  La verdad es que ya uno no sabe ni que hacer porque por más que lucha, nada le sale bien.

 

__Ese río es el mero pisuicas, nada lo detiene, ellos creen que con diques, hay van a ver como el río les va a pegar un susto y les va a demostrar que lo que hacen es tirar la plata.  A el no lo van a detener con diquecitos y canalitos.  Eso de los diques es para que la gente no esté fregando.

 

__Carajo, es que nos hemos vuelto tan sinvergüenzas que todos queremos agarrar algo y a la hora llegada lo que se hace no sirve para nada.  Y los que realmente necesitan quedan desamparados__ dijo Carlos Antonio bostezando a causa del sueño por la desvelada de la noche recién pasada.  Y por el hambre contenida.

 

__A mi también me está jodiendo el hambre y lo peor es que me da lástima ver ese montón de güilitas con frío y con hambre, porque el río nos llevó la provisión a todos.

 

__Ahora que venga una panga voy a ver si me llevan a donde el chino a comprar algo, la mujer en ese estado no puede estar aguantando hambre, vale que tengo unos ahorros aquí.

 

CAPITULO XXIV

 

Una corriente veloz y ensordecedora arrastraba troncos, yutes, pejibayes, piedras inmensas.

 

Desde el corredor de su casa, doña Leona, una anciana que vivía sola, escuchaba con temor como la pequeña quebrada que pasaba al frente, se había convertido en una monstruosa y arrasadora corriente que arrancaba todo a su paso.  Su humilde vivienda quedaba al pie del cerro y era rodeada por la quebrada.  Se hacía imposible salir de ahí, excepto por la montaña que para su edad era un obstáculo infranqueable.

 

Si se come la vuelta me lleva__ dijo doña Leona__ bueno que sea lo que Dios quiera,

 

Aquí solo el me puede ayudar.  Que acompañe a mi hijo que esta al otro lado.

 

Lo peor es que no puede pasar para acá, por la señora y el chiquito.  Dios mío, aquí nadie puede venir a ayudarnos.  Si esto sigue así vamos a morir de hambre, si no nos arrastra la corriente antes.

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un espantoso estruendo, la casa se estremeció bajo sus pies y las tablas y el zinc crujieron.  La anciana creyó que ya le había llegado su hora.  Cuando todo pasó se arrodillo agradeciéndole a Dios por estar viva.

 

En aquella soledad solo su fe y confianza en el creador le daba valor.  Cuando el río bajara ella podría salir y estaba segura que su hijo se encontraba bien.

 

__Dios mío, acompaña a toda esa gente de Corina y los pueblos que están más abajo, Estrada, Matina, Baltimore, Bristol, La Esperanza, B Line, no permitas que ese río haga más daño.

 

La anciana se acostó, pero no pudo conciliar el sueño, su mente pasó orando.

 

CAPITULO XXV

 

En algunos lugares la gente estaba en los techos, en otros el agua pasaba por las ventanas de las casas, arrancando celosías, puertas y arrastrando muebles, utensilios de cocina, comida, animales domésticos y todo lo que se pusiera a su paso.  En el cerro más cercano habían improvisado galerones con zinc viejo, plásticos y cartones, pues en Corina, el río se había tirado a la orilla del poblado, en la antigua quebrada La Veinticinco y estaba arrancando cultivos de pejibaye, y ya pasaba por el patio de algunas casas

 

Como una serpiente, se escondía en las sombras de la noche, buscando como hacer más daño.  Se escondía en la oscuridad y nadie podría saber lo que había pasado hasta que amaneciera.  Solo se escuchaba aquel estruendo aterrador, aquellos retumbos, que causaban los gigantescos árboles que caían junto con grandes pedazos de terreno de la orilla.  El suelo temblaba en cada caída.

 

El Chirripó arrastraba todo, las plantaciones de banano, de plátano, de yute, de cocos, de pejibayes. Aquella destructora y demoledora corriente devoraba todo.

 

Los aguaceros torrenciales intermitentes caían día y noche.  La gente temía que Dios hubiese olvidado el pacto del arco iris.  Nadie podía conciliar el sueño, el frío y la humedad mantenía despiertos a los niños.

 

La gente de Corina tomó una decisión .y con el agua a las rodillas emigraron buscando los lugares altos o el refugio construido de emergencia, ya el río estaba arrancando el poblado y no se sabía hasta donde iba a parar.  La oscuridad no permitía ver por donde estaba afectando más.

 

Pocas personas quedaron en sus casas, pues aunque el agua no había llegado hasta ellas, el temor las mantenía despiertas, el poblado podía ser arrastrado en las sombras de la noche.

 

Llegó el amanecer, la débil luz del sol apenas pasaba entre los densos nubarrones y...con la luz del día, se pudo observar el triste y espantoso paisaje de un inmenso río devorador que había dado cuenta de un sin fin de hectáreas de tierra firme.  Durante la noche había cambiado su cauce y entraba por las humildes calles del poblado y muchas casas habían desaparecido.

 

Patios, potreros, plantaciones.  Todo estaba cubierto de lodo y rocas.  Ahora todo era playón del río.

 

El hambre y el frío se paseaban de la mano, pues comestibles y ropa fueron arrastrados.

 

Cuando bajó el caudal, entró el alcalde y los encargados de las obras comunales de la provincia y altos funcionarios del gobierno, pero nada, no decían nada, solo contemplaban el río y luego se regresaban, quedando el pueblo agobiado por las pérdidas y sin saber que iban a hacer con ellos.

 

CAPITULO XXVI

 

Después de la tempestad viene la calma, dice un viejo refrán.  En los pueblos afectados por el río se fue el temor, pero no podía haber calma, lo único que pesaba sobre las espaldas era una gran desolación., el aguinaldo se lo había llevado el río, pues las compras hechas para esa época fueron arrastradas, entre ellas los ingredientes de los tamales.  Pero...el amor a la vida lo hace a uno resignarse y seguir luchando.

 

La casa de Natalio, tenía las basas inclinadas, como pudo subió, pero las cosas que no tuvo tiempo de amarrar, fueron arrastradas por el río.  Cuando bajó dos gruesas lágrimas venían bajando también por su cara sin poder disimularlas.  Su esposa lo abrazó y lo escuchó decir:

 

__Puta sal, estas carajadas hasta maricón lo hacen a uno.  __ Y se enjugó los ojos con la manga de la camisa.

 

Allá, en su casa, Carlos Antonio vio junto a su mujer como el río había pasado por las celosías, llenando de lodo y suciedad la cuna del niño que esperaban con tanta ilusión.  Y que estaba por nacer en cualquier momento.  Mayita abrió las gavetas de la cuna y también la ropita estaba inservible.

 

Tratando de que su mujer no se sintiera tan mal, le dijo con gran ternura:

 

__Mañana vamos a Limón y le compramos todo lo que haga falta, cogemos de los ahorros, de por si para eso son, para una emergencia.

 

__ ¿Y si no hay tiempo?__ dijo Mayita como queriendo que su marido captara el mensaje, con una mano en la espalda y la otra en la cadera y con un disimulado gesto de dolor.

 

__ ¿Que?  ¿Me querés decir que...?

 

__Es que desde anoche me siento mal, pero he tratado de soportar hasta que los dolores se hicieran más fuertes para no preocuparte en estas carreras.

 

__Entonces eso quiere decir que ya los tenés fuertes...__exclamó fuera de si Carlos Antonio__ Quédate tranquila, no te asustes eso no es nada, voy corriendo a llamar la ambulancia.  Tranquila, tranquila, tenés que ser valiente, este...

 

__Ya, ya, el que se tiene que tranquilizar sós vos, no soy la primera mujer que tiene un bebé.

 

__Si pero es la primera mujer que tiene un hijo mío.  __La frase la terminó mientras caminaba.

 

Dio gracias a Dios por tener los ahorros, con eso podría comprar lo que había perdido para que su mujer y su hijo estuvieran cómodos y confortables.  Después con esfuerzo y dedicación lograría volver a ahorrar y arreglaría de nuevo los platanales y el dátil, ahora lo importante era que los dos seres que amaba con toda su alma estuvieran bien.

 

Mientras caminaba de regreso a la casa a ayudar a Mayita, elevó su mirada al cielo y clamó:

 

__Señor no permitas que mi hijo nazca en la miseria y ayuda a Mayita en el parto, yo estoy dispuesto a trabajar más que antes por los dos, dame fuerzas y salud nada mas que yo me encargo de trabajar para ellos.

 

CAPITULO XXVII

 

Carlos Antonio caminaba de aquí para allá por los pasillos del hospital, como ya no era un trabajador bananero no estaban asegurados y de emergencias lo habían mandado a verificación de derechos.  Le informaron que tenía que pagar la atención del parto y los días que su mujer tuviera que estar internada.  No le importó pues para eso había guardado suficiente dinero, y lo único que le importaba era que todo saliera bien.  El era fuerte y estaba acostumbrado a luchar.

 

Cuando llegó de nuevo a emergencias, Mayita lo esperaba en la acera del hospital.

 

__ ¿Que pasó?  ¿No te han atendido? __dijo extrañado.

 

__Si ya me atendieron__ contestó ella disimulando su dolor, pero como no tengo suficiente dilatación, la doctora dijo que todavía no me podía internar.

 

__ ¿No le dijiste que no vivimos aquí cerca?

 

__Si se lo dije, pero aún así me mandó para la casa y me dijo que regresara solo si tenía muestras o dolores muy fuertes.

 

__Pero... espérame aquí, voy a hablar con ella.

 

Entró al consultorio sin importarle la fila y sin tocar la puerta.  Al verlo la doctora le ordenó salir.

 

__No voy a salir, usted está mandando a mi mujer para la casa y ella esta con dolores fuertes y vivimos muy lejos y en un lugar que acaba de ser afectado por las inundaciones y...

 

__Vea señor, salga de aquí ¿usted cree que ella es la primer mujer que está con dolores de parto.  Además la veo bastante vieja como para estar asustada.

 

__Doctora, no es que esté asustada, es que vivimos lejos, y...

 

__Ya perdí mucho tiempo hablando con usted, salga y llévela a su casa y si ve que está mal la trae.

 

Carlos Antonio salió apretando los puños y la boca para no dejar tiradas por el pasillo una explosión de palabrotas de las que ya no decía porque Mayita no lo dejaba.

 

Llevó a su mujer a un modesto hotel, estaba totalmente seguro que si regresaba a su casa no habría tiempo de que la atendieran, además su casa no había sido lavada después de la llena y no tenían donde dormir, y todos los vecinos estaban igual.

 

Las sombras de la noche cubrían Puerto Limón, que se vestía de luces.

 

Estaban sumamente cansados, todo había sido tan terrible, el salir de su casa en la madrugada de la llena en una panga para llegar al refugio, después, dormir en una esponja en el piso y pasar el día sin tener donde sentarse, luego...los dolores y pasar el día en el hospital.  No tardaron en dormirse, pero los dolores hicieron que Mayita despertara a su marido a las tres de la mañana.

 

__Carlos, llama un taxi, rápido, que me muero.

 

Con los zapatos en la mano, salió a la calle y llamó un taxi.  Al llegar al hospital cargó a su mujer en brazos pues ya no podía caminar.

 

La doctora que la había atendido en la noche ya no estaba y el médico de guardia la atendió inmediatamente.

 

__Señora ¿Por qué viene hasta ahora?

 

__Yo vine anoche.

 

__A si aquí está en su expediente, pero la hoja de referencia suya dice que usted es hipertensa, y su edad, las dos cosas hacen de su embarazo que sea de alto riesgo por lo que tenía que ser internada.  ¿Anda sola?

 

__No señor, mi esposo está afuera.

 

__Tengo que hablar con el.  La voy a internar.

 

El médico ordenó que la internaran inmediatamente.  No tuvo que mandar a llamar al asustado papá, porque este apenas arregló lo de los papeles se presentó al consultorio.

 

__ ¿Como está ella doctor?

 

__No quiero asustarlo, pero le mandé un ultrasonido porque todo apunta que hay que operarla, además ella tiene la presión muy alta...

 

__Doctor haga lo que crea conveniente.

 

Salió del hospital y se sentó en el tajamar y al frente del mar pidió a Dios por la vida de sus dos amores desde lo más profundo de su corazón.

 

Un hombre que estaba en emergencias cuando atendieron a Mayita y que lo estaba escuchando le dijo:

 

__No se aflija hombre, que ya Dios le escuchó la oración desde antes de que usted le pidiera, ese doctor que esta atendiendo a su señora es el mejor ginecólogo que hay y con el y Dios cuidándolos, pa que mas.

 

__Si ¿verdad?  No tengo por que estar triste, ya mi hijo va a nacer.  Si usted supiera la historia de nosotros dos.  Esa mujer es lo que mas amo en la vida y si tuvimos ese hijo fue porque era lo que mas deseábamos los dos.  Viera...ella sufrió mucho hasta que nos conocimos y...

 

Carlos Antonio le contó la historia de ellos al desconocido que le había dado aquellos consejos que fueron para el un tranquilizante y luego se despidió de el.  Tenía que regresar a la casa a acomodar todo.

 

De regreso sus vecinos se ofrecieron a ayudarle a lavar la casa.  Botó lo que no servía y lavó lo que todavía podía servir.  Fue a comprar lo necesario para la atención del niño y su mujer y luego compró dos gallinas caseras y las pagó a limpiar para tener la carne en la refri para cuando vinieran ellos.  Recordó que su papá le hacía a su mamá una sopa de gallina después que nacían sus hermanitos.  Cuando ya tuvo todo limpio y seco fue a la mueblería a comprar lo necesario para suplir lo que había dañado la llena.

 

A las dos de la tarde pagó un carro para ir a ver a Mayita.  Preguntó en información pero solo le dijeron que ella estaba estable.

 

Subió y fue directo a maternidad., recorriendo uno y otro salón, hasta que al fin la vio en una cama junto a la ventana que tenía vista al mar...  Vestía una bata verde y la tenían con suero  Aún dormía.  La contempló por largo rato.  Ya la habían operado.  La besó en la frente destilando ternura y luego fue a buscar a una enfermera.

 

__ ¿Podría informarme como se encuentra la señora de la cama doscientos veintiuno?

 

__Ella y la niña se encuentran bien.

 

Regresó a la cama y se sentó al lado de ella, tomándole la mano con suavidad.

 

Gracias Dios mío, gracias.

 

Señor, si quiere puede ir a ver a la niña a neonatos, yo lo llevaré.

 

De regreso ya Mayita había despertado y pudo ver el rostro de alegría de su marido que desbordaba agradecimiento y la envolvio en la mirada más dulce y tierna que jamás nadie le había dado.

 

CAPITULO XXVIII

 

Las consecuencias de la llena y la hospitalización de Mayita habían consumido la mayor parte de los ahorros de Carlos Antonio y le plantación había sido muy afectada.  Tendría que trabajar mucho y esperar para volver al nivel de antes.  Su pequeña hija y su mujer no podían pasar hambre.  Algo tenía que hacer.

 

Dos hombres entraron al lugar a comprar caballos viejos.  Los de el, aunque viejos estaban alentados.  Y...su viejo caballo Chapaneco que le había ayudado tanto y el Chino Tenía que vender uno, pero... a esos hombres.  La gente decía que los compraban para hacer salchichón y... la verdad es que él no quería saber para que los compraban, prefería pensar que no era cierto, su conciencia no lo dejaba en paz, pero no podía permitir que aquellos seres que tanto amaba pasaran necesidades.

 

Se decidió por el viejo y noble Chapaneco.  El chino sería el que le acarrearía el plátano.

 

No pudo hacerlo el directamente y le pidió a un amigo que fuera a traerlo y que lo negociara el.  Solo pagaron veinte mil colones.  Eso alcanzaría para comprar la comida de la quincena y le quedaría un poco para otros gastos mientras se normalizaba todo.  Después ya vería que hacer.  Su mujer no se enteró de lo que había hecho, para que preocuparla.

 

El sabría enfrentar aquella situación.  Para eso tenía suficiente coraje.  Volvería a sembrar de plátano y dátil el terreno y si tenía que volver a entrar a una bananera, lo haría.

 

La vida continuaba para todos, y...todos ellos habían sido bananeros, hombres acostumbrados a luchar con el mal tiempo, con el sol ardiente del verano en el Atlántico, con la malaria, con el dengue, con las serpientes más venenosas, con el papalomollo.  Pedirían ayuda al gobierno si fuera necesario... pero no se darían por vencidos, esa era su tierra, un pedazo de su patria, que les daba derechos sagrados, lucharían por ella y el plátano y el dátil volverían a reverdecer y cubrirían aquel suelo maravilloso y pródigo.

 

CAPITULO XXIX

 

Natalio estaba en la misma situación que su amigo y que todos los demás.

 

Acostado en su hamaca, en el patio, pensaba en como resolver aquella situación en que los había dejado la última llena, cuando vio dos hombres que se acercaban al portón del frente.  Eran caras conocidas, su antiguos amigos Benito y Agustín.  ¿A que vendrían después de tanto tiempo, de que había salido de la bananera?

 

__Diay muchachos ¿que los trae por aquí? __dijo__

 

__Aunque hace mucho tiempo que no nos vemos __dijo Benito___ no creas que la última vez que nos vimos en el bus se me había olvidado o que fui pura paja, es que como algunos viven en Cuatro Millas y otros casi llegando a Siete Millas pues la verdad que queda un poco largo y como hay que pagar carro y a veces esta uno mas limpio que la tabla del dulce , pues fui donde algunos y les encargué que le avisaran a los demás, pero en eso se vino el mal tiempo y después la llena y ahora pues lo estamos haciendo por una emergencia y venimos para que te unas a nosotros.

 

__Unirme a que __dijo sonriendo __yo con esta pata lo que más puedo es estorbarles y ahora casi no tengo por que pelear, la llena me echó a perder, todo el platanalillo y el dátil que me daba para irla pasando, y en la casa me dejó todos los muebles hechos leña, sin cobijas, sin ropa, ahora ya pa que,.

 

__No creas, por esa pata mala es que debes de unirte.  Si eso de los diques no a quedado ahí, como que ya les gustó.  Ahora después de esta llena están comenzando a hacer diques por todo lado.  Van a hacer uno allá de la boca del Río Peje para abajo, que para proteger Zent Viejo, cosa que nunca les preocupó, hasta ahora que esta el Colono por ahí.  Van a construir uno en la margen del Río Barbilla, para proteger fincas de una transnacional bananera y unas tierras que están a la orilla de la carretera de Matina que no las han empezado a cultivar para no dar el color pero que en cuanto se construya el dique ya vas a ver que lo hacen, que te lo estoy diciendo, y eso lo que va a hacer es inundar a toda la gente pobre que vive a este lado.  Pobrecillos los dueños de Santa Clara porque el agua les va a llegar hasta el techo, y los de B Line y Bristol, y La Esperanza y todas esas tierras a la orilla de la pista, la finca de Luís Diego y otras más, aunque no lo crean, ese monstruo bananero está extendiendo sus tentáculos y nos va a destruir a todos.  Creo que el cantón como poblado va a desaparecer y lo que va a quedar son solo bananeras, ellos quieren las tierras, solo las tierras.

 

__Mira __dijo Benito__ andamos formando un Frente de Lucha de todos los que tenemos casa, negocio, o fincas a la orilla del río o en lugares que se llenen.

 

__Espérate, Benito __dijo__ jaláte aquella banquilla que está allá por el gallinero pa que se sienten y hablemos cómodos __y gritó a su mujer diciéndole.

 

__Ángela, pone agua para que te hagas un cafecito, que llegaron Benito y Agustín y otros viejos amigos, anda a la pulpería a comprarte un pancillo.

 

__ ¡No te digo!  Pa que te molestas.  __dijo Benito, pero la verdá es que ya nos conoces y siempre andamos con ganas de tomar café.

 

__Bueno, hemos decidido organizarnos porque ya las llenas nos tienen en la calle y no sabemos que hacer y que somos los más perjudicados, porque después de trabajar tantos años de peones en la bananera, ahora que estamos viejos o enfermos como vos, lo único que pudimos comprar con lo que nos dieron fueron esos terrenillos pa poder seguir viviendo y ahora ellos si tienen plata pa poder hacer diques y canales, pero nosotros estamos feos porque apenas si ganamos pa comprar la comodilla de la quincena.

 

__Si __dijo Agustín interviniendo en la conversación___ y si no hacemos algo vamos a quedar pidiendo limosna.  Por eso vinimos a buscarte y también queremos ir donde Carlos Antonio.

 

__A si, por cierto, vieras que feo le ha ido a ese pobre.  Tuvo que echar mano de los ahorrillos que tenía, porque la doña tuvo una güilita precisamente ahora para las llenas y la tuvieron que operar y el pobre la ha visto fea pues el agua se metió a su casa que la hizo de dos plantas para no tener que estar alzando muebles.

 

__En serio tiene una carajilla__yo no creí que ese se fuera a casar y menos a tener hijos

 

__A si __dijo Natalio__ y no solo eso que se casó en serio, después que se juntaron, se casaron, pues ella no se había casado con el viejo aquel, dice que el nunca quiso casarse con ella después que se juntaron., pero con Carlos Antonio, ese hombre se muere por ella... y no es para menos, esa mujer aunque esta madura es muy bonita y sobre todo muy buena.

 

__Creo que tiene sobradas razones para unírsenos ___dijo Agustín.__

 

__También Zorro y Chapulín viven por aquí y Taltuzo y Cecilio, todos ellos compraron un terrenillo por aquí cuando los liquidaron y se metieron a una cooperativa de plataneros, pero, la cooperativa aunque brinda ayuda ahora con tanta llena a cada rato no se a recuperado de una cuando viene otra.  La salvada es que esta tierra es solo un poco de abono y ya.  Siempre ha sido así, el río después de las llenas deja una capa de tierra, que le roba a las montañas y la deja aquí, cuando seca y le sembramos plátano es como una bomba porque esas matillas crecen verdes y hermosas.  Antes más bien se esperaban las lluvias para que el río dejara humus, pero ahora con tanta montaña botada por todo lado y con tanto dique, nos pega unos sustos que mas bien ya no queremos que llueva.  La verdá nunca había llenado así.

 

La esposa de Natalio llegó con un pichel de café y varios vasos, el aroma se esparció por el patio.  Los visitantes saborearon el delicioso y aromático café.

 

Acordaron ir a buscar a los otros antiguos compañeros y reunirse la semana siguiente con el grupo de Matina para organizarse y hacer las visitas a las instituciones respectivas, en busca de apoyo para proteger sus tierras.  También querían visitar los pueblos que estaban siendo arrancados por el río Corina, Baltimore, Bristol, La Esperanza, y los que iban a ser inundados, B Line, y por supuesto Matina y Estrada.

 

CAPITULO XXX

 

Después de la llena, había mucho trabajo, pero poco dinero.

 

Carlos Antonio trabajaba toda la semana con diferentes personas, en la mañana con uno y en la fajina con otro.  El domingo desde antes de las cinco llegaba al platanal y salía de el hasta que ya las sombras de la noche no lo dejaban ver.  Tenía que resembrar lo antes posible para que la cosecha fuera pronto.  Mientras se ganaba el sustento diario trabajando afuera, en otra finca.

 

Poco a poco, con mucho empeño, fue recuperando su situación económica.  La sonrisa de su niña y las tiernas caricias de su mujer, lo impulsaban a continuar, sin descanso, solo esperando las horas de la noche para disfrutar del cariño y ternura de las dos, ellas le daban las fuerzas que tanto necesitaba.

 

También luchaba por su tierra.  Ese domingo trabajaría solo en la mañana, porque en la tarde recibirían la visita del diputado y de representantes del Concejo Municipal, estarían también representantes de todas las comunidades afectadas, además, el sobrino del presidente ya los había visitado y les prometió llegar a la reunión.

 

Como era sábado, llegó una hora más temprano a su casa y por eso después de bañarse se sentó en su lugar preferido, el corredor de su casa, a observar a su mujer sentada en la mecedora, dándole de mamar a su hija.  La niña pegada al pecho blanco disfrutaba de aquel manjar, la leche le salía por los bordes de la boquita, rodando por la barbilla.

 

¡Que lindas eran!__ pensó Carlos Antonio Aquella ternura que emanaban las convertía en aquellos instantes en los seres más bellos de la tierra.  Su mujer lo miró cuando las observaba y con su voz llena de agradecimiento dijo:

 

__Gracias, amor, por amarnos tanto.

 

Carlos Antonio, lleno de emoción, se levantó de su silla y la besó en la frente, luego tomó la manecita suave y pequeñita de su hija y la acercó a su mejilla, para sentir la suavidad y la dulzura que emanaba.

 

La casa se llenó del sentimiento que emanaban los tres y por el aire flotaba dulce y suave la ternura.

 

CAPITULO XXXI

 

Todos los antiguos compañeros estaban ahí, además habían lideres comunales de Corina, Baltimore, Bristol, B Line, Matina, Zent, 4 Millas, y Estrada.

 

Eran ya las dos de la tarde y el diputado no había llegado, ni tampoco el sobrino del presidente que había prometido estar en la reunión.

 

Cuando parecía que nadie se haría presente apareció un auto con tres representantes del Concejo y la señorita asistente del Alcalde que inmediatamente se reportó, porque este había tenido que salir con su esposa enferma, mas tarde apareció otro auto con un joven que traía un recado del diputado excusándose por no poder estar presente pues tenía otro compromiso y luego cuando ya iban a comenzar apareció el sobrino del presidente, que inmediatamente fue rodeado por los señores del Concejo Municipal y la asistente del alcalde se apresuró a arrimarle una silla.

 

La reunión dio inicio con las palabras de la presidenta del Concejo y luego les siguió el alcalde que le cedió la palabra al sobrino del presidente, este les aseguró a los agricultores y representantes del pueblo que se les iba a resolver la situación y que harían lo posible porque se hiciera pronto, luego le pidió a la presidenta del Concejo que les permitiera hablar a los representantes de las comunidades.

 

Cada uno expuso su temor por el peligro que estaban corriendo muchas comunidades y el problema de los pequeños agricultores que no tenían como proteger sus tierras con diques o canales.

 

Benito pidió la palabra y se dirigió a todos.

 

__Señoras y señores, dirigentes comunales aquí presentes, representantes del Concejo Municipal, señor sobrino del presidente, durante largos años he venido observando como en nuestro pueblo ruedan por el suelo hectárea tras hectárea de montaña para sembrar banano, con la promesa para el pueblo del desarrollo, que el pueblo nunca saborea, porque todo queda en los comisariatos de las bananeras y al final de la quincena las boletas llegan en blanco y a seguir trabajando porque hay que comer.  Los bananero nos tenemos que ir al campo mal comidos y los chiquitos que quedan en la casa también, los únicos que se salvan son los que están en la escuela, pues tuvieron la brillante idea de abrir los comedores escolares y que a veces no funcionan porque no les han girado el dinero, nuestras mujeres quedan en las casas mal comidas.  En mi caso, después que me liquidaron, en la bananera, compré una tierrilla y la sembré de dátil y plátano, pero...  ¿Qué pasó?, el río barrio con todo y tuve que meterme otra vez a la bananera y ahora no he podido sembrarlo porque no me queda tiempo y de por si, pa que sembrarlo pa que se lo lleve el río cuando esté empezando a cosechar...

 

__ Disculpe señor __debe darle la palabra a otro __dijo la presidenta del Concejo__

 

__Yo __dijo otro representante__ ya no soy bananero.  Tengo una finquita con plátano y dátil, pero esta última creciente me dejó sin nada.  En donde estaba mi finca ahora pasa el río.  En ese mismo lugar el año pasado se llevó dos casas.  Llegaron un montón de gente de muchas instituciones y ministerios, que prometieron ayudar a los afectados y después de un año, nadie les ha resuelto nada.  Solo quedamos en las estadísticas de los afectados y luego no se hace nada, Dios quiera que nunca quedemos en las estadísticas de los desaparecidos.

 

Todos los asistentes aplaudieron y luego pidió la palabra otro de los asistentes:

 

__Yo tenía seis hectáreas de plátano y si el río se me hubiera llevado la casa con todos los chunches hubiera sido mejor, porque ahora no tengo con que mantener mi familia.  Después que todos expusieron habló la asistente del alcalde, el sobrino del presidente los regidores municipales y todos coincidieron que harían un dique arriba de Corina y otro en la margen izquierda para proteger Matina.  Pero aunque algunos dirigentes se opusieron, el ingeniero argumentó que el no le decía al panadero como hacer el pan, y al fin todo quedó así

 

Cada uno marchó a su casa esperando que con los diques se resolviera todo y que el ingeniero tuviera razón.

 

Los días transcurrieron lentos muy lentos.

 

CAPITULO XXXII

 

Después de un esplendoroso y quemante sol, a media tarde, comenzó a llover

 

Las lluvias de rutina, las lluvias de enero, las que traen las crecidas__ pa que limpien la playa y pongan las tortugas__.  Era algo normal.  Todos los que habían vivido en aquella zona por años lo sabían.  El río tenía que subir pa limpiar la playa.  Luego bajaba y a esperar a que salieran las tortugas allá en Barra de Matina.

 

Doña Amalia tenía muchos años de habitar en aquella tierra y la llevaba en la sangre, en el corazón.  La zona atlántica se le había metido en el alma.  Sentada en su hamaca observaba como se balanceaban los árboles con el fuerte viento y sentía miles de gotitas de agua que se colaban con el viento en el corredor.  Se levantó de su hamaca y fue a buscar un abrigo y a vigilar el sueño de los niños.  Tenían razón los del servicio meteorológico cuando dijeron que venía un frente frío.  Puso a calentar agua.  Un café caliente y el abrigo le ayudarían a sobrellevar el fenómeno.

 

Otra vez en la hamaca, con la taza de café en la mano se dedicó a observar las gruesas gotas de lluvia que ya en el suelo, corrían en un torrente por el patio.  El río golpeaba iracundo en el paredón de la antigua quebrada la Veinticinco que había sido desalojada por el más fuerte.  Los árboles de pejibaye caían con los paredones haciendo gran estruendo.  Doña Amalia sentía vibrar las paredes de cemento de su casa, cada vez que caía un derrumbe.

 

__ ¡Que tirada!  No dejan de caer esos palos de pejibaye, yo mejor me voy a dormir.  En mi cuarto por lo menos no estoy oyendo eso, que me pone tan nerviosa.

 

La noche pasó y llegó el día.  A las cinco de la mañana doña Amalia despertó.  Lo hizo por costumbre, porque las piapias y las oropéndolas que la despertaban diariamente a las cinco, no sonaron ese día en su algarabía diaria.  Aún estaba oscuro, las nubes seguían pasando.  Salió al corredor de su casa y se acostó en la hamaca.  Lo más seguro es que las piapias y las oropéndolas se levantarían hasta que asomara un poco la luz del sol.  Faltando quince minutos para las seis comenzó a clarear.  Las aves no sonaron.

 

La mujer se dirigió al río por la calle de la soda La Veinticinco.  No podía creer lo que sus ojos veían.

 

La iglesia evangélica, la casa pastoral, y otra casa estaban siendo arrancadas por la fuerte corriente del río y el bambusal donde dormían las piapias, había sido arrancado casi en su totalidad.  Ellas habían tenido que huir en las sombras de la noche.  Los vecinos comenzaron a llegar.  Todos miraban aterrados como poco a poco el río iba robando terreno al pueblo.

 

Regresó a su casa desolada, triste, abatida.  Tenía el río a escasos cincuenta metros de su propiedad.  El sueño de su vida, su casa, sus árboles, sus plantas, todo sería arrastrado.

 

Era increíble ver los daños causados en tan solo una noche, de ahí en adelante era solo esperar su noche, y ella sabía que llegaría.

 

CAPITULO XXXIII

 

Cabizbajo, triste, abatido, con sus ojos llenos de lágrimas, el pastor de la iglesia recogía sus pertenencias y las llevaba al corredor de una casa vecina, que estaba más alejada del río.  Su esposa y su hijita le ayudaban.  Muchos curiosos habían alrededor.  Pocos fueron los que brindaron su ayuda.  Bajo la lluvia, sin desayunar, lo único que querían era poner a salvo sus pocas pertenencias.  Sus cobijas, su ropa, todo estaba empapado, tenía que irse para arriba, a la montaña, porque el río había cerrado el paso hacia la carretera principal y en cualquier momento rompía por los pejibayales y yucales, buscando el paso hacia la otra quebrada.  De ser así nadie en Corina estaría a salvo, pues quedarían aislados sin tener hacia donde huir.

 

Las personas que asistían a la iglesia pronto se enteraron, y llegaron en auxilio del pastor.  Muy pronto consiguieron transporte y trasladaron todo a un lugar seguro.

 

El pastor quedó ahí viendo como poco a poco las paredes de cemento se derrumbaban y eran arrastradas por el río.  Solo quedaba una pared y la casa pastoral.  El camión que llevó el primer viaje regresó y cuando ya habían terminado de cargar, vieron como caían las paredes de la casa pastoral.  El ministro evangélico no quiso ver caer la última pared y subió al carro, las gotas de lluvia rodaban por su pelo, por su cara y las personas que le acompañaban no pudieron ver que con ellas iban mezcladas unas gotas salobres y calientitas que salían de sus ojos deshogando aquel extraño sentimiento que le oprimía el pecho, pero acompañada de aquellas lágrimas salió una humilde oración de resignación y alabanza:

 

"Jehová dio, Jehová quitó, en todo sea Jehová glorificado"

 

CAPITULO XXXIV

 

Ese amanecer en Corina, fue para los vecinos de la calle La Veinticinco, un amanecer sin desayuno y sin ganas de desayunar.

 

Marvin y su esposa Grace vieron como el río había arrancado la iglesia, la casa pastoral y tres casas más y ya estaba en la cerca del vecino cuyo lote lo que medía eran escasos diez metros, entonces con el mayor dolor tuvieron que tomar una decisión, la decisión de arrancar todo el esfuerzo y los sueños que habían logrado construir a base de sacrificio.

 

Aquella casa, en la que cada tabla era el producto de los anhelos familiares más grandes, clavadas con el mayor amor, y ahora con dolor tenían que ser arrancadas.  Llevaron sus niños a la montaña y los refugiaron donde don Cachí, el brindaba su casa como refugio siempre que el río crecía.

 

Fue un día agotador, de ir y venir con viajes, primero con sus pertenencias, luego las paredes y el techo que iban arrancando.

 

El río sonaba amenazador.  No se podía esperar a que cayera de nuevo la noche.  La espera podía ser fatal.  El resto del poblado también emigraba a la montaña.  Nadie quería pasar la noche en Corina.  Todos buscaban los lugares altos.  Los pocos carros que habían en el pueblo, iban de aquí para allá trasladando gente, hasta que se le agotase el combustible, porque el paso había sido cerrado al tirarse el río en la entrada de Bristol y no se podía ir a la gasolinera.  Marvin y su esposa observaban el lote vacío, con las ruinas de lo que fuera su hogar.  Y subieron al camión, un nudo en su garganta no les permitía articular palabra.

 

Esa noche durmiendo en el piso con sus niños Grace escuchaba como su marido daba vueltas sin poder conciliar el sueño.  Un torrente de pensamientos ahogaba su mente.  Ya no tenía casa.  Tanto que había luchado por ella.  Eso significaba empezar de nuevo.

 

Al amanecer, cuando un nuevo día, aunque fuera opaco, decía a aquellas personas que la vida continúa y que los días siguen transcurriendo habiendo unos buenos, otros regulares y otros malos, pero todos había que vivirlos.  Con el amanecer Marvin bajó con su esposa y sus hijos a Corina, para observar como seguía el terreno que el río se estaba llevando.  Ya su nivel de agua había bajado un poco, pero la amenaza continuaba.

 

Grace buscaba las plantas que adornaban su corredor y que no había podido llevarse porque no cabían en el carro.  Ya no estaban.

 

Las habían robado.  Sus niñas buscaban los juguetes que les habían regalado en Navidad, pero tampoco estaban.  El niño más pequeño, de escasos tres años, de pie frente a lo que fue su casa, lloraba, lloraba amargamente, balbuceando quedamente en un triste monólogo

 

__No está, no está, no está.

Una vecina al escucharlo llorar le dijo:

__ ¿Que mi amor?  ¿Qué no está?

__Mi cacha, mi cacha no está__ dijo el niño con gran dolor haciendo con la respuesta que los ojos de la vecina se llenaran de lágrimas.

 

CAPITULO XXXV

 

Ante las seguidas amenazas del río, Mayita decidió salir, con su hijita de año y unos meses y unirse a la lucha de su marido y antiguos compañeros de trabajo.  No podían seguir así, año tras año, llena tras llena, esperando nada más a que el río viniera y se llevara todo el esfuerzo, todo el trabajo, todo el sustento familiar, todo el futuro de sus hijos.

 

Caminó con el agua a la cintura, fue a otras comunidades afectadas, en busca de apoyo.  Habló con otras mujeres.  Tenían que unirse para ayudar a su maridos.  Alguien tenía que hacer algo.  Ya estaban cansados de diques, la experiencia enseñaba que no eran la solución, que si hacían un dique para proteger una comunidad el agua buscaría el terreno que quedaba más bajo con relación al dique y el río se desbordaría por ahí.  Mayita al igual que muchas personas, pensaba que los diques no eran la solución a ese problema, por eso se dedicó a viajar por las comunidades afectadas a la orilla del río.  Necesitaba oír la opinión de las personas que conocían esos lugares, ver el río desde la parte alta donde empezaba a hacer daño, en la falda de la montaña.  En Corina encontró a doña Amalia, que había vivido en Estrada muchos años, en su juventud, y también conocía el río en su desembocadura porque había vivido ahí.

 

Con una taza de café, Mayita y doña Amalia hablaron del problema:

 

__Si doña Maya, usted sabe que yo he vivido en este cantón desde donde desemboca el río allá en la Barra de Matina, en Batán, en Estrada, y hasta en Mondonguillo y Barra de Pacuare, allá por el canal de Tortuguero.

 

Aquí en este cantón pues ya uno estaba acostumbrado a vivir con las llenas, eran como el río Nilo en Egipto.  Venían las crecidas, dejaban la capa de humus y luego a sembrar para recoger buenas cosechas.  La gente ya hasta disfrutaba las llenas, porque el agua inundaba sin hacer daño, y era como un espectáculo ver pasar el río por las calles pero... todo empezó cuando comenzaron a llevarse las instituciones de Matina que porque llenaba, dejando la cabecera del cantón sin Cruz Roja, sin Banco de Costa Rica, sin Alcaldía Judicial y por último hasta la sede Municipal querían llevarse, entonces los matineños y conste que no estoy hablando del pueblo sino de los representantes municipales y comunales que en lugar de luchar porque esto no se diera comenzaron a ver la solución en los diques sin pensar que al no ser afectados ellos, serían afectadas otras comunidades que no tenían nada que ver en lo que pasaba con el traslado de las instituciones... pero no solo eso agravó la cosa, porque según cuenta un antiguo suplente de regidor, el fue de guía, enviado por el Concejo Municipal y el alcalde de aquel entonces... de un chino que era geólogo... y que lo mandaban a hacer esos estudios la comisión... allá arriba donde queda la laguna Ayil...  para ver las consecuencias del terremoto... y llegaron hasta allá, a la naciente del río, que es el que desagua la laguna que está en la montaña y que tiene, en la naciente del río una pared rocosa con una pendiente como de cien metros, tal vez más, y parece que con el terremoto se cayeron muchas montañas que aterraron la laguna dejando de cómo sesenta hectáreas solo como diez con agua, quedando el resto cubierto de sedimento, que según el chino, en cualquier momento en una creciente de la laguna ,pues a ella le cae el río Moravia que tiene el nombre de una comunidad indígena del cantón de Turrialba, ... se nos va a venir encima una avalancha de sedimento y agua que va a dejar aterrados a muchos pueblos y mucha gente va a morir.

 

Pero todo se dejó así y dijeron que el chino exageraba, que eso no era posible y ahí murió todo... ahora vea doña Maya, eso que le estoy diciendo, más un río que por años a arrastrado árboles inmensos, grandes pedazos de montaña producto de la deforestación tanto de los habitantes, como de las bananeras, además este río no solo arrastra lo que el hombre concientemente han hecho, también ha sido afectado por los grandes pedazos de montaña que han caído y los a arrastrado hasta la desembocadura, cerrándola casi en su totalidad.

 

Mayita escuchaba aterrada, tantos años viviendo ahí y ellos sin saber nada, ellos y...los demás habitantes.

 

__Doña Amalia, entonces... ¿Qué hacemos?

 

__Creo que lo mejor es reunir las mujeres con sus niños y esperemos que nos visiten para que nos reubiquen.

 

__Dígame una cosa, ¿usted esta segura que en la comisión saben esto?

 

__Según dijo Gervasio... si... parece que en los mapas que tiene esta comisión, nuestras comunidades aparecen con puntos rojos, o sea que son zonas de desastre y las personas deben ser reubicadas.

 

__ ¿Y por que no lo hacen?

__Tal vez porque nadie se pone de acuerdo o porque no hay plata, no se.

__Pues tenemos que hace algo __dijo Mayita__ y pronto, ese problema hay que resolverlo.

__Por lo pronto, nosotros vamos a esperar al presidente y su comitiva con pancartas, por lo menos leen los carteles con el mensaje.  Después que no digan que nadie les dijo.  Dicen que hoy vienen, si quiere se queda, es a las once.

 

__Está bien, ya que estoy aquí, debo aprovechar.  Los acompañaré.  Esperaremos a ver si hacemos algo.  Aunque sea que lean los carteles, así, si pasa una desgracia no podrán decir que no se los dijimos, como dice usted.

 

CAPITULO XXXVI

 

Las mujeres de Corina, mujeres humildes, pero valientes, acostumbradas a trabajar bajo el sol y la lluvia cortando yute esperaron al presidente.  Ellas mismas elaboraron los carteles.

 

Cuando doña Amalia pasó, Andrea y Ruth la llamaron para enseñarle:

 

__Doña Amalia, vea, aquí están los carteles.

 

__Aja, ¡que buenos!  Pero, Andrea, ¿te acordás cuando la diputada venía aquí para que le ayudáramos a trabajar aquí su campaña?  Cuando vino a la soda de tu mamá.

__A si, ya me acuerdo, que tomó café con nosotros, sí.

__Pues hace un cartel que diga: "Señora diputada, ya no viene a tomar café con nosotros, como cuando andaba buscando votos".

__Hay doña Amalia, esa señora nos va a matar.

__No importa, alguna queda viva, lo que importa es hacer algo que llame la atención de ella, apúrense, porque ya no tarda.

 

Doña Amalia se dirigió a la orilla del río pues ya había llegado la móvil de canal siete y estaban entrevistando a don Víctor, uno de los que tenían el río muy cerca de su casa y que en cualquier momento la arrancaba.  Luego llegó la diputada con su comitiva, saludó a doña Amalia y siguió para el río.

 

Doña Amalia se dirigió a la calle principal donde la esperaban Mayita y las demás mujeres de Corina que apoyaban el movimiento.

 

Como a cuarenta metros estaba parqueada una patrulla de la policía con cinco efectivos.

 

Cuando pasó la móvil de canal siete hicieron la toma a las mujeres y siguieron, luego en un carro llegaron unos de la comitiva y alguien fue a avisarle a la diputada lo del cartel, en particular el del café.  Más tarde ella se presentó muy airada y preguntó directamente a doña Amalia que tenía el conflictivo cartel en su mano:

 

__ ¿Que significa esto?

__Doña Amalia de momento no reaccionó pues no esperaba que ella se disgustara tanto por la verdad, pero Mercedes respondió:

__Yo si tengo mucho que decirle, y es que usted cuando andaba en campaña si se dignó venir, pero como ya no nos necesita, entonces, ahora no se acerca a estas comunidades tan necesitadas, y estamos a punto de ser arrastrados por el río y nadie se preocupa por nosotros, vea a los de Baltimore, hace ya casi dos años y no les han resuelto nada.

 

__ ¿Que quieren que haga yo, yo no puedo hacer nada, eso le toca al ministro de vivienda y en lo del río yo no soy ingeniera.  Ahora que venga el presidente hablamos.  Luego se retiró e hizo unas llamadas., e inmediatamente llegó y les dijo a las mujeres que ya el presidente venía y que iba a toparlo.

 

Aunque ellas no le creyeron, se apartaron de la carretera para darles paso y luego buscaron un carro y los siguieron hasta B Line y como ahí tampoco quisieron hablar con ellos, todas las mujeres rodearon el carro del alcalde, y no lo dejaron subir a el

 

Por lo que los demás de la comitiva se bajaron de sus carros y vinieron a ver que sucedía y se acordó una reunión en la municipalidad, nombrando dos representantes del pueblo para que expusieran sus ideas.

 

CAPITULO XXXVII

 

La reunión se llevó a cabo con la asistencia de los ministros correspondientes, para buscar la solución al problema, más los presidentes ejecutivos de las instituciones gubernamentales encargadas, junto con el alcalde y el concejo municipal y la diputada.

 

Además los representantes de cada comunidad afectada y así, cada uno exteriorizó sus temores, haciéndolo primero Mayita.

 

__Señoras y señores, para mi es motivo de placer estar aquí reunida con todos ustedes y con los representantes de las instituciones que tienen el poder para ayudarnos Porque realmente el motivo de esta reunión es buscar una solución pronta y efectiva al mal que nos aqueja, hoy venimos a poner el problema en sus manos y sabemos que ustedes tienen la solución.  De mi parte, soy de Estrada y e estado visitando las comunidades de las faldas de los cerros, entre ellas la comunidad indígena de Namaldi, en Bajo Chirripó y el río ahí a escarbado en las faldas de un cerro tirando su cauce contra el.  Me pregunto yo ¿si fue capaz de abrirse campo contra ese cerro y arrancar ahí tierra firme?  ¿Lo sostendrá un dique recién hecho?  Los vecinos de Corina vieron como el reciente dique fue lavado por el río en término de un día y con sus propios ojos vieron las aguas venirse sobre el dique?  También vieron como fue arrastrada la parte baja de Namaldi, lo que nos hace pensar que el único dique natural que tiene el río es Corina y sabemos que si no cambia de cauce el próximo objetivo es esta comunidad y las que queden terreno abajo o sea esto que les digo es la crónica de muchas muertes anunciadas, y por eso vivimos en una constante zozobra cada vez que las lluvias hacen crecer el río, tendría mucho de que culparles ahorita, porque ustedes son los que tienen el poder en las manos para evitar la deforestación, la contaminación y la construcción de diques , pero el pueblo también tiene la culpa porque a dejado que hagan lo que quieren.

 

Para terminar solo les digo que no quiero que me digan que tenemos que realizar más reuniones, porque ese es el método que han encontrado para alargar todo y nos vamos en puras reuniones y nunca se llega a un acuerdo o cuando se llega ya han pasado meses y hasta años.  No queremos más reuniones, queremos soluciones.  Según esta vecina de Corina, desde que pasó el terremoto estamos siendo amenazados por una avalancha en cualquier momento y hasta el momento no sabemos nada ni se ha hecho nada.

 

__Doña Amalia apoyó lo dicho por Mayita y también otros dirigentes de las comunidades cercanas a Corina.

 

El ingeniero dijo que no había ningún peligro y que los diques que iban a construir no tendrían nada que ver con los pueblos de arriba y que esas llenas grandes eran periódicas, cada treinta años y que si no querían diques que de por si el vivía en un apartamento en San José en el cuarto piso y que nunca había oído que al panadero el cliente le dijera como se hacía el pan por lo que si no estaban de acuerdo el simplemente paraba el proyecto.

 

Pero los de la comisión prometieron investigar sobre lo dicho ahí porque no podían hacer nada si antes no se realizaban los estudios del caso, pero que buscarían una solución pronta si era necesario de reubicación.

 

La reunión finalizó y ahora lo que quedaba era esperar.

 

Mayita y Carlos Antonio salieron de la reunión y buscaron entre la gente a Benito y a Natalito.

 

__ ¿Que decís vos de los logros?

__Que ojala que hagan los estudios rápido porque mientras tanto se puede venir otro temporal y, ni Dios lo permita pero... creo que lo que va a pasar es que nos van a tener que venir a poner flores al pedregal ese que dicen que se puede venir encima de nosotros.

__Que feo está eso.  __dijo Benito, porque si es cierto... que Dios nos agarre confesados.

__Bueno __dijo Mayita.__ como dije antes eso si que sería una crónica de un montón de muertes anunciadas.

__Si está jodida la cosa __dijo Carlos Antonio. Ahora si que no va uno a poder dormir tranquilo cada vez que llueva.  La verdá es que si yo tuviera plata, ya me hubiera ido, no estaría arriesgando la vida de mi chiquita y de mi mujer.

__Claro, yo también lo haría __dijo Benito__ pero... ahora sin platanal y todo enjaranado, paso más chonete.

 

Doña Amalia se acercó a ellos y les dijo:

__Bueno muchachos, la lucha sigue, no crean que se terminó aquí.  Ahora lo que hace falta es llamar a la prensa e informar de esto, porque si pasa algo, al menos que no digan que no se los dijimos y que nadie sabía nada de esto.  Nada de achantarse

__Que va doñita con el perdón suyo, pero esto si que lo agüeva a uno.  Ya no tenemos ni como sembrar, porque apenas se está levantando el platanillo, viene una llena y otra vez se lo lleva.

__Deberían darle gracias a Dios, allá arriba en Namaldi, Baltimore, Corina, y Bristol el río pasa y se lleva todo y tierra y casas.  Esa pobre gente quedó totalmente sin nada de que echar mano para sobrevivir, por eso cuando ciertos funcionarios llegan repartiendo comida para agarrar popularidad en las elecciones, con solo eso los manejan y eso que es comida que el mismo pueblo dadivoso da con tanto amor para las personas afectadas.  Lo que el pueblo da ellos lo utilizan para montarse en el poder.  Todo está movido por la política, desde el puesto más pequeño, hasta el más alto.

__A si, __dijo Natalito__ pero no crea que aunque a nosotros no se nos lleva la tierra estamos pasándola muy bien, también estamos feos.

__Si yo se que ustedes también la están pasando mal __dijo doña Amalia__ la cosa está feísima por todos lados.  No nos queda más que pedirle a Dios.  ¡AH! y no se les olvide que nos reunimos dentro de quince días., en la casa de Queo.

 

CAPITULO XXXVIII

 

Los noticieros anunciaron para el fin de semana otro frente frío.

 

Los vecinos de Corina desde que oyeron esto ya estaban nerviosos, pero más lo estuvieron esa tarde, cuando, negros y densos nubarrones pasaban hacia la cordillera y ya a las dos de la tarde parecía que estaba anocheciendo.  Allá a lo lejos la densa neblina cubría totalmente los cerros.

 

Doña Amalia, en su hamaca, escuchó el ruido ensordecedor de un aguacero que parecía el diluvio que venía de nuevo a juzgar aquellos pueblos humildes.  No tardaron los goterones en caer en el techo sonando como si fueran piedras.  Gruesos chorros de agua comenzaron a bajar por los canales del zinc.  Una, dos, tres, cuatro horas y no paraba de llover.  La creciente del río comenzó a bajar con gran fuerza arrastrando troncos, árboles, yutes y tierra, grandes terraplenes caían del paredón.  Algunas personas de Corina, comenzaron a buscar los cerros.  Otras no sabían hasta donde llegaba el peligro.  Doña Amalia oraba en su hamaca.  Las sombras de la noche cubrían todo y la electricidad había fallado.  Un foco que siempre manejaba con baterías por cualquier emergencia era su fiel compañero.  La asustada mujer seguía orando.  Llevó a sus hijos a una cabaña que tenía de piso alto.  Aún no tenía gradas pero subieron por la escalera y en el piso de tablas tendieron las cobijas.

 

No se veía nada.  La oscuridad lo envolvía todo.  La lluvia seguía cayendo inclemente.

 

En la llena anterior el río se había llevado cinco casas y la iglesia.

 

__Dios mío, ¡protégenos! __imploraba doña Amalia__ ten misericordia de nosotros, permítenos ver el nuevo día, te lo suplico.

 

El ruido que se escuchaba era como si el río fuera a caer sobre todos sin ninguna misericordia.

 

__Dios mío, que amanezca pronto __oraba doña Amalia.  _por favor!

 

Cada vez que caía un paredón la tierra cimbraba, las piedras que el río arrastraba se escuchaban cuando pegaban unas con otras y rodaban río abajo, parecía como si miles de ellas fueran a caer sobre el poblado en cualquier momento.

 

Doña Amalia seguía orando.  Sus hijos se unieron a ella en el clamor.  Todos esperaban con ansiedad que amaneciera.  Esperaban el nuevo día y con el una nueva esperanza.

 

La angustiada mujer alumbró con el foco desde lo alto de la cabaña.

 

__ ¡Dios mío!  El agua está pasando por mi casa con mucha fuerza.  Parece que la está arrancando __alumbró a otro lado, hacia las basas de la cabaña.  ¿que es esto?  Aquí ya va a llegar a las basas.  Esto no es posible que este sucediendo, esto es un lugar muy alto.  ¡Oh señor!  Que amanezca pronto.

 

El cansancio y la gran misericordia de Dios hicieron que se durmiera cuando faltaba una hora para que amaneciera, su corazón no hubiera soportado una hora más de incertidumbre.

 

Los gritos de su hija mayor que vivía en una casa cerca de ella, la despertaron cuando ya era de día.

 

__Mamaaa, mami!... ¡mami!

 

Sin acordarse de que casi no podía caminar por su enfermedad, bajó la escalera corriendo.

 

__ ¡Señor!  ¿Qué es esto? ...hija... ya voy, calma... tranquila... todo va a salir bien.  ¡Dios mío! Salva a mi hija te lo suplico... ¡sálvala!... protege a mi nieta... por favor...

 

La casa de su hija estaba totalmente rodeada de agua y esta entraba ya por el piso que medía un metro de alto, la corriente pasaba alrededor de la casa causando terror a Doña Amalia.  Iba a ser muy difícil que salieran de ahí, pero había que intentarlo porque la casa estaba siendo arrancada.

 

Su hija había subido al cielo raso con su nieta y había arrancado una lata para subir al techo y poder gritarle.

 

__Voy a acercarme amarrada con una soga al muro.  Tomá las sogas de los caballos que tenés ahí y amárralas para que queden bien largas y amárrales algo pesado y las tiras bien fuerte, para amarrarlas al muro, después con mucha calma amarra a la niña con una sábana y la cuelgas a otra sábana y hacé vos lo mismo y la venís empujando con mucha calma y la jalas a ella, lentamente, sin ponerte nerviosa, con calma.  Yo te espero aquí, y ya juntas es más fácil sacar a la niña de aquí.

 

Su hija logró llegar al muro, y del muro, entre las dos, con la otra soga, cruzaron a la niña amarrada y ellas con el agua al pecho... su hija de quince años consolaba a los mas pequeños que gritaban al ver aquello, la tierra cimbraba a los pies de ellas.  No había nada

 

Alrededor... ni árboles, ni casas.  Solo agua y miles de piedras en las partes secas y en medio de todo el pequeño pedazo alto donde había construido la cabaña...

 

__ Mami  ¿Qué paso? __Dijo su hija llorando__ ¿Qué vamos a hacer?  El río se llevó todo... solo estamos nosotros y horita arranca esto.  ¿Qué hacemos?

__Lo que hemos hecho toda la noche.  No podemos hacer nada más.  Tranquila, nada nos va a pasar.

__Pero... mami... ¡vea!  Este pedazo también se lo va a llevar.  La corriente está corriendo aquí también.

__No lo creo, hay que tener fe en Dios.  Vamos que esos chiquillos están muy nerviosos.

 

Subieron por la escalera, esta vez lo hizo lentamente y con dificultad.  Se sentaron en el piso al lado de los niños.  La tierra continuaba estremeciéndose ante la caída de los paredones.

 

Como no había con que hacer desayuno la hija mayor fue a la casa de su madre que era la que tenía menos agua, eso si amarrada con la soga y la sábana.  El agua le llegaba para arriba de la cintura.  Caminaba lentamente, hasta que logro llegar a la casa luego fue a la cocina.  Solo las cosas que estaban en alto estaban buenas, pero había bastantes.  Encontró pan, huevos, café, arroz, azúcar, llevó la bolsa de chorrear el café, gracias a Dios que a su mamá la gustaba el café chorreado, porque ahora no tendrían en que hacerlo, encontró también dos barras de mantequilla, y una bolsa de leche.  Aquello era suficiente para sobrevivir, mientras llegaban con ayuda.

 

Arrancó unas tablas de la cabaña y encendió un fuego en el suelo y con las ollas que pudo rescatar logró preparar alimentos... pero... los niños estaban tan aterrorizados que no podían comer y el frío los hacía estremecerse porque la lluvia había mojado las cobijas, pues la cabaña no estaba terminada.

 

Después de una hora se dieron cuenta que el nivel del agua estaba bajando y que la corriente no tenía tanta fuerza.

 

Dieron gracias a Dios.  Ahora a esperar que alguien llegara.  Algún vecino vendría a ver como estaban.  Pronto tendría que aparecer un vecino.

 

Al medio día prácticamente las aguas habían bajado, solo se observaba a todo lo ancho y todo lo largo que alcanzaban a ver, un interminable playón de cientos de hectáreas, no habían árboles, ni casas.  La casa de su hija estaba a cincuenta metros del sitio anterior y la casa de ella estaba al borde de un gran canal que había hecho una fuerte corriente del río que pasó por ahí.  Muchas casas fueron arrancadas de donde estaban y otras desaparecieron  Un helicóptero pasó inspeccionando la zona, y aterrizó en un banco de arena que quedó más arriba en un potrero.  Dos hombres, al verlas se dirigieron a la cabaña:

 

__Señoras  ¿Cuántas personas hay aquí?

__Somos siete __respondió su hija__ Doña Amalia solo observaba todo, no quería hablar.

__Muy bien, venimos a sacarlas de aquí.  __Atrás vienen más helicópteros por los demás__

__Lleven a mi mamá y a mi hermana con la pequeñita, yo me quedo para el otro viaje con los demás niños.

__Como usted quiera.

__Pero cuiden a mi mamá mientras yo llego, es que desde que vio todo eso, no quiere hablar y tiene la mirada fija y parece que no nos escucha.  Allá abajo viven mis otras hermanas y hermanos con sus niños y creo que ya se imagina lo que les pasó.

__Si, está bien, nosotros la cuidaremos mientras usted llega, pero creo que necesita atención médica, parece que está en schock.

 

En el helicóptero iban observando el paisaje.  Todo era desolación, rocas y más rocas, un inmenso playón interminable hasta la desembocadura del río.  Nada de casas, ni árboles.

 

El médico que iba en el helicóptero le administró un fuerte calmante a doña Amalia.

 

Llegaron a la pista, pero mucho más arriba de donde antes era la entrada a Corina.  En ese lugar, como a tres kilómetros de la antigua margen del río, habían gran cantidad de fotógrafos de todos los medios de comunicación, reporteros y mucha, pero mucha gente aterrorizada, con los ojos rojos de tanto llorar.

 

En cuanto el helicóptero bajó, todos corrieron a encontrarlos.

 

__Señoras, díganme__ que sienten ser las únicas sobrevivientes de estos poblados.  Joven, usted cuénteme.

 

Todos callaban, no había nada que decir.  Nadie hablaba, ninguno de los siete decía nada.  No tenían palabras.  El niño de diez años miraba a su madre, como adivinando lo que pasaba por su mente atormentada.  El, aunque niño, sabía lo que le estaba sucediendo.  Muchas veces lo dijo, ella había insistido en que la gente de todos esos poblados tenía que ser reubicada.  Ella lo había dicho durante mucho tiempo, había ido a reuniones con otros dirigentes de otras comunidades.  Todos sus amigos, compañeros de lucha, que no tenían para donde irse y... sus hijos, sus nietos, su pueblo.

 

__Señora, por favor __dijo otro__ ¿que pasó anoche?  Cuéntenos lo que vivieron usted y sus hijos.

__Se los dije, se los dije, se los dije, se los dije __decía constantemente la mujer con los ojos fijos en el inmenso cielo que ahora lucía de un azul celeste esplendoroso y luego miró el playón del río, repitiendo constantemente con la mirada fija:

__Se los dije, se los dije, se los dije.

__Dígame, señora ¿Qué pasó?

__ ¿No ve?  ¡Nada!  Aquí nunca pasa nada.  No se han dado cuenta que nadie hace nada.  __dijo el niño mirando angustiado a su madre, que solo repetía:

__Se los dije, se los dije, se los dije.

 

CAPITULO XXXIX

 

Una interminable fila de carros se parquearon en el lugar hasta donde ahora llegaba la pista y comenzaba el inmenso playón.

 

Muchos eran los que se habían tomado el tiempo para hacer acto de presencia a la ceremonia fúnebre por el descanso del alma de todas aquellas personas que habitaban en aquel lugar.

 

Aquello había sido una terrible desgracia.  Realmente fue una desgracia.

 

Una fila de helicópteros enviados por otros países volaban sobre el área tirando flores.

Los señores asistentes al acto se enjugaban los ojos, con gestos de profunda tristeza.

 

__Que acto más bello__ dijo el señor alcalde__ ¡Nunca lo olvidaré!

 

Ellos se lo merecen.

 

__Esto y más__ dijo la diputada que estaba al lado de el escuchándolo __yo voy a mandar a hacer un monumento en memoria de todas estas comunidades desaparecidas, con el nombre de ellas__ dijo ante las cámaras de una revista regional que se encargaba de publicar todas las obras realizadas en la provincia.  __Esto me llena de sentimiento__ dijo enjugándose los ojos__ no lo puedo soportar, disculpen, pero creo que voy a llorar.  Pobre gente... ¡Que desgracia!

 

Mientras tanto allá en el hospital de la provincia, doña Amalia era visitada por su hija.

La habían tenido que atar de pies y manos porque golpeaba las paredes y gritaba constantemente.

 

__Sáquenme de aquí, sáquenme de aquí, suéltenme, suéltenme, se los dije, se los dije, se los dije.  Que me suelten, que me suelten....  Se los dije... se los dije.

__Mamá... hoy van a hacer un acto muy bonito en memoria de los desaparecidos... mamá... ya pasó todo... por favor reacciona... por favor...

__Tengo que salir... se los dije... ellos no necesitan nada ya... para que actos bonitos... ya no están... se los dije... la burocracia los mató... ese montón de papeleos... se los dije...

Ya no repetía lo mismo...había agregado más palabras a su vocabulario.  El doctor le dijo a su hija que eso era una mejoría.

La hija le dejó dinero en la gaveta a su madre y se marchó muy contenta por lo de la mejoría.

 

Doña Amalia guardó silencio...mucho silencio...con su mirada fija en el techo.

 

Las imágenes de sus hijos, sus nietos, sus compañeros de lucha, Mayita y su linda niña.  Carlos Antonio, Natalio.  Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, abundantes, como queriendo lavar el dolor.

 

Todo quedó en silencio.  Doña Amalia no gritó más.

Una enfermera pasó a darle los medicamentos de rutina... doña Amalia no estaba en la cama...

 

__Doña Amalia__ llamó la enfermera.  Fue a buscarla al baño...  No estaba.  La buscaron en todo el hospital.

 

Allá en el centro de la provincia, doña Amalia con el traje que le había dejado su hija, compraba en una tienda de productos agrícolas, dos kilos de... luego pasó a una farmacia y compró un kilo de... pasó al súper mercado y compró una bolsa de carbón y por último tres trozos de tubo, lo demás siempre andaba con ella entre sus pertenencias en el bolso.

 

Después de mezclar todo rápidamente, pues era diestra en eso, se fue a la pista.  El dinero que le había dejado su hija mayor para cuando le dieran la salida que pagara un taxi, le había alcanzado y le sobró.  Esos eran materiales muy baratos, estaban al alcance de todos, hasta de un buen lector que le gusta aprender de todo, y ella había sido durante toda su vida una buena lectora, desde que era niña, y desde que era niña le había gustado experimentar, por eso, por eso... había aprendido a fabricar aquello.

 

Ya en la pista, se dedicó a hacer señas a los carros que pasaban, hasta que por fin consiguió que alguien se apiadara de ella y después de parar el chofer le preguntó:

__ ¿A donde va señora?

__Al acto de despedida de todos esos pueblos que se llevó el río,

__y llorando le dijo __es que ahí vivían mis hijos y mis nietos.

__Yo voy para allá, suba, yo la llevo.

 

Ya doña Amalia se veía más serena, su semblante no era el mismo, como quien ya aceptó su realidad por cruel que fuera.

 

El acto, con asistencia de las instituciones encargadas de ayudar al pueblo, algunos ministerios y representantes de comunidades cercanas, estaba por finalizar, pero todavía podía tardar unos cuarenta y cinco minutos, tiempo que necesitaba doña Amalia.

 

La mujer pasó desapercibida.  Era una más del pueblo en un acto con la prensa y cámaras donde los funcionarios tienen que brillar ante los demás funcionarios.  El pueblo siempre pasa desapercibido.  Nadie lo vuelve a ver.

 

Colocó los tres pedazos de tubo ya listo, en lugares estratégicos, con trozos de mecha que la dieran tiempo entre uno y otro.  Además había mucha vegetación y nadie notaba lo que estaba haciendo.

 

Encendió una, luego la otra... después la otra... y se retiró.  Uno de los tubos lo puso en uno de los carros que estaban parqueados en fila, pero tampoco fue notada.

 

Caminó por la orilla de la carretera... caminó hasta alejarse del lugar, luego... se escuchó una explosión a muchos kilómetros... una inmensa columna de humo se elevaba, siendo notada por los poblados cercanos.

 

Allá en la pista, caminando sin rumbo, con la mirada fija hacia adelante, el pelo revuelto y sus ropas raídas y sucias...

__...se los dije...se los dije...se los dije.

 

Nadie reparó en aquella pobre loca.

 

Los medios de comunicación, los noticieros... hablaban de lo sucedido como que los responsables fueran grupos terroristas de otro país lejano.

 

El tiempo transcurría, la corrupción agazapada, seguía creciendo, los altos funcionarios seguían marchando en sus carros de lujo, habitando en palacios modernos, con cuentas en bancos extranjeros, con grandes privilegios.

 

Los recursos del estado y las ayudas internacionales para el pueblo, quedaban en esas cuentas sin que nadie pudiera probarles nada... ellos eran genios.

 

Mientras el pueblo enloquecía, la miseria se apoderaba de sus hogares, el hambre, la deserción a la escuela, la prostitución infantil... las drogas, el alcoholismo clavaban sus garras en todo el país... los bancos remataban las propiedades por falta de pago.  El pueblo se hundía en la miseria y el abandono

 

Por las calles, sucia, con el pelo revuelto y sus pies descalzos, caminaba doña Amalia...

 

...se los dije, se los dije... vagaba sin rumbo... dormía donde la cogía la noche y... junto a ella... el pueblo también enloquecía... y nadie se daba cuenta.  Ellos no tenían tiempo... el pueblo estaba bien así.

 

Era un pueblo culto, en las escuelas y colegios se les enseñaba que el país progresaba, que la naturaleza se protegía y que los candidatos políticos eran abnegados y sufridos padres de la patria constructores de un futuro mejor.

 

Fin