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El alma de Juan

Sr. Paulo Rodríguez Fallas.

Dulce Brisa.

Dota.

 

Allá en Santa María de Dota, San José de Costa Rica, cuando corrían los años cuarenta se le apareció la muerte a Juan, y le dijo -te quedan tres años de vida, haga lo que sea, pues, ya son los últimos de tu vida.  Lo primero que pensó Juan, fue, como disfrutar al máximo esos tres años.

 

Preguntó a unos ricos y le dijeron que con una olla negra de hierro y un gato negro sin pelo de otro color, retirándose a un cruce de camino, a las doce de la noche, un día Viernes... poniendo a cocinar el gato, sin destapar la olla, haría un demonio.

 

Juan se fue a Vara Blanca y escogió el lugar. Contaban nuestros agüelos, que en este lugar, no debían oírse el canto del gallo, pues esto le recordaba al demonio el arrepentimiento de San Pedro y el demonio no hacía trato.  La olla no debía destaparla sino en su debido tiempo. Juan dijo y decidió que lo haría un día viernes 13.  Consiguió una olla, como se lo indicaron.  Para encontrar el gato negro, habló con un vecino, quien le vendió por 613 colones, el felino.

 

Se puso en camino, llegó al lugar, eran como a las once de la noche, encendió fuego y puso al gato a hervir, este al sentirse cocinando, comenzó a llamar los diablos maullando: "...dmiablou..., dmiablou..., etc.", los vientos comenzaron a soplar, se soltó un fétido olor a azufre y hay algunos que dicen que bajó fuego del cielo, por lo general dicen que hoy en día no crece vegetación ni árboles en ese pequeño lugar.  El gato se convirtió en un pequeño demonillo.  Juan tenia instrucciones de que debía alimentarlo, los días viernes, con limadura de un cuchillo y que este le concedería lo que fuera, pues lo cierto es que Juan le pidió al demonillo, que le concediera una billetera que siempre tuviera cien mil colones.

 

Nuestro personaje, con este dinero compró varios carros, ropa nueva, asistía a todos los bailes de la zona, consiguió varias mujeres y todas las comodidades que el dinero puede dar.

 

Pasó el primer año, y todo muy bonito y bueno, a mediados del segundo año se vino una carestía terrible.

 

El afortunado de Juan, tenía familiares bien acomodados, también pobres, él decía que los ricos lo salvarían en este mundo y, los otros pobres, allá en el reino de los cielos, a esto se atenía por un lado.

 

Resulta que en Santa María había un soldado muy valiente que le pidió que le auxiliara con comida y dinero.  Juan vio la forma de aprovecharse de la ocasión, y le dijo: "te doy lo que me estás pidiendo a cambio de que me acompañes al sepelio, y que, también, estas primeras horas después de las doce de la noche, durante tres días después de mi muerte, ya que como dicen los entendidos y acertados en la materia, el demonio se presenta en esos días después de las doce de la noche a tomar el alma del ayudado.

 

Paso el primer día y el valiente no vio nada extraño y así el segundo día.  Se dijo para sí, se quedó la visita para el tercer día.  Efectivamente, la tercera noche, se le aparece y los soldados como valientes, al ver al demonio le dijo que le dejaría en paz si le llenaba las botas de cuero, de monedas de oro y plata, al diablo le pareció bien, y le dijo que le llenaba las botas de monedas mencionadas, si también le daba el alma, eso sí, tenía que darle tiempo de irlas a recoger entre sus agarrados seguidores y adeptos.  El demonio pensó que iba a tener la posibilidad de tener dos almas.

 

Pedro como no era nada tonto, hizo un hueco a las botas hacia la suela y las puso en una tumba que tenía un agujero.  Lo cierto es que el cachudo pasó durante cinco horas recogiendo las monedas entre sus adeptos y seguidores agarrados y las "botas" no se llenaban.  Dieron las cinco de la mañana y el diablo dijo a Pedro que ya iba a clarear y que tenía que irse al infierno, inmediatamente el alma de Juan se salvó y Pedro quedó con una fortuna grande de monedas de plata y oro, por ahí cuentan que él hizo lo mismo que Juan al morirse.