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De sabanero a boyero.

Historia de Vida de Naldo Umaña

 

Autor: Francisco José López Espinoza

 

de sabanero a boyero - copia

 

DEL AUTOR

 

Para mí ha sido un honor, el recoger la historia de vida de Don Naldo Umaña.

 

A través de la conversación que sostuve con él, es imposible no sentirse trasladado a una época maravillosa, que provocan en él una profunda nostalgia, pero a su vez un gran orgullo, de haber pertenecido a dos estirpes, que han sido íconos de la cultura guanacasteca.

 

No es cualquiera, que en este tiempo pueda decir, que ha sido Sabanero o ha sido Boyero por cuarenta y ocho años, el solo hecho de vivirlos para algunos ya es demasiado, pero para una persona como Don Naldo, toda una vida de trabajo, dedicada al sabaneo y al boyeo, no ha sido suficiente, pues como el dice: "Si volviera a nacer volvería a hacer exactamente lo mismo"

 

CONOZCÁMONOS

 

Mi nombre es Osbaldo Umaña todos en Cañas me conocen como Naldo.

 

Quiero contarles la historia de mi vida, aunque la vida no es para contarla, es para vivirla y vivirla como debe ser, sólo yo la he vivido.

 

Nací en ésta provincia guanacasteca donde las mujeres paren machos, para envidia de muchos y bien pude haber nacido en otro lugar, pero yo decidí nacer aquí, porque yo sabía que necesitaban gente como yo.

 

Siempre me he sentido orgulloso de mis orígenes campesinos, y de la forma en que me criaron. He visitado por invitación muchísimos lugares del país, donde he dado fe, de la forma de vida de los sabaneros y de los boyeros de Antaño, pero hoy he decidido que todo quede por escrito para que las generaciones venideras, se nutran y se enriquezcan con mis experiencias y que se den cuenta: "Que donde hay un hombre macho, no muere mujer con ganas".

 

MI NIÑEZ

 

Mi niñez, transcurrió como todo en ese tiempo, mis papas no sabían leer, mis vecinos no sabían leer, mis amigos no sabían leer, así que nadie se preocupaba mucho por aprender.

 

A falta de lectura, y tiempo en una escuela, que por cierto yo creo que ni había, nuestros padres nos inculcaban desde muy chiquitos, el amor por el trabajo, porque para ellos, la mayor afrenta que un hijo le podía hacer a un padre, era salirle vago, y si por añadidura era desobediente, se convertía en una afrenta nacional.

 

Quiero dejar claro que aunque no se leer, eso nunca fue un impedimento para desenvolverme en el mundo de los negocios, porque a mi nadie me engaña en asuntos de números y de dinero, y si hay que firmar algo, lo hago sin problema alguno.

 

Volvamos a mi niñez, yo con papá aprendí a desyerbar arroz, frijoles, sembraba maíz, yuca, cuadrado y frutales.

 

Aparte de eso, yo me la jugaba haciendo carguitas de leña, que podía jalar al hombro.

 

En Cañas había muy poca luz eléctrica, la generaban con plantas eléctricas propias y en muy pocos lugares y a las nueve en punto la quitaban.

 

Entonces las viejitas que palmeaban tortillas para vender, me decían: ¡Hey Papito! Tráigame una carguita de leña de esas de seis reales (setenta y cinco céntimos) las carguitas mías para ellas eran buenísimas, porque ardían rápido.

 

Otro trabajo que aprendí, fue el de enrejador.

 

Trabajé en la finca del finado Lineo Vargas en Cañas. En ese tiempo se enrejaba directo, el ternero a la pata de la vaca, nada de esa pendejada de amarrar el ternero a un poste cerca de la vaca.

 

Imagínese usté, un ternero con hambre más una vaca mimosa y yo en medio estorbándoles no crea, de vez en cuando, me llevaba tremendos sustos, tenía que enrejarles a tres vaqueros, claro yo le hacía buenos números a los 50 céntimos que me ganaba por día, y se me iba todo miedo y pereza.

 

En el ambiente que me crié, yo sentía que los animales eran como de mi propia familia, vieran que vacilón, era cuando se devolvía alguna vaca brava, que ya ordeñada tenía que buscar potrero, los vaqueros me gritaban: ¡Hey! Ay va la vaca, yo me quitaba un saco que andaba amarrado a la cintura, y la jalaba.

 

¡Juy! Vaquita briosa.

aquí está su enrejador

yo no la jalo por valor

yo la jalo por sabrosa

 

DE CÓMO ME HICE SABANERO

 

Habiéndome criado en ese ambiente de ganado y animales, era justo y necesario que quisiera terminar siendo sabanero. Me consideraba bueno a la pierna, y me encantaba trabajar de a caballo, así que busqué la Hacienda Paso Hondo.

 

Esta hacienda abarcaba prácticamente desde Cañas hasta Bebedero, a los dos lados de la calle principal. Me presenté ante el mandador, que era Andrés Campos, y le pedí la oportunidad, primero me dijo que estaba muy nuevo, que no aguantaba las jornadas de trabajo, pero al ver que yo no me movía del mismo lugar, seguro le caí bien y se resolvió, bueno agarre sus chunches y busque el barracón de los sabaneros.

 

Sentí como que había pegado la lotería, usted sabe, trabajar de sabanero y a la par de Andrés Campos, era doble el honor, así que a portarse bien, y ser diligente y sobre todo no aflojar.

 

Yo era decidido, y eso me ayudó mucho en todo, ahí me la tiré un tiempo, como quien dice echando espuelas, hasta que me aburrí y decidí buscar nuevos rumbos. Así que resolví buscar trabajo en la Hacienda de los Wilson, que como quien dice, ya eran palabras mayores.

 

Apenas llegué me presenté al mandador, me pidió referencias de donde había trabajado antes y yo ni lerdo ni perezoso le contesté que me había hecho bajo la escuela de Andrés Campos, en la Hacienda Paso Hondo, entonces fue como ganar un examen para entrar, sin embargo me dijo que tenía que probarme.

 

Yo me le adelanté y le dije: Déme quince días de tiempo, si en ese tiempo yo no le demuestro nada, yo mismo me voy, sin que usted me diga nada, seguro eso le gustó, pues inmediatamente me mandó para el barracón de los sabaneros.

 

En ésta hacienda tenían un caballo que le decían amarga las horas, con él probaban á todo sabanero nuevo, era un caballo melao grandísimo y mañoso, apenas para lo que lo tenían, esa mañana el mandador mandó a ensillarlo para mí, yo no le eché pa' atrás y le dije: ¡Tráigalo! Yo estoy tan acostumbrado a perder que cuando gano me asusto. Hombre eso fue lo que el mandador necesitaba oír para aceptarme definitivamente, mandó a desensillar el caballo, me palmeteó el hombro y me mandó a buscar comida onde las cocineras, vaya cuñadito apretóse bien, después ahí nos vamos entendiendo.

 

Como a la semana viene el mandador y me dice: cuñadito, porqué no me zocatea ese caballo que está ahí, el caballo era un moro grandísimo que asustaba sólo de verlo, entonces le pregunto ¿De que albarda es? El respondió es de la mía, es que yo estoy muy viejo y usted está nuevito, le perdoné que montara el amarga las horas, pero zocatéeme este a mí, le respondí: claro que sí.

 

Zocatearlo era, que cuando los caballos venían descansados de los sitios, no querían ni oler el mecate, entonces se amarraban en una plazoleta, para que durmieran amarrados y en la tarde del día siguiente había que ensillarlo.

 

Lo ensillé y me le enjorqueté, que va papá me llevó puta, me salió peor que amarga las horas, viejo chancho, me perdonó uno para dejarme el peor,  pero se jodió, porque no pudo conmigo, después de jugarlo un rato, se lo dejé suavecito de rienda, que era lo que el viejo chancho quería, se acercó riéndose a carcajadas y me dijo: Ahora sí me convenciste muchacho. Bienvenido a la Hacienda Catalina de Los Wilson.

 

Esta Hacienda de los Wilson era tan grande, que había cinco haciendas adentro. Hacienda Palo Verde, Hacienda Ciruelas, Hacienda Tamarindo, Hacienda Catalina y Hacienda Mojica.

 

Era desde el río Bebedero hasta Bagaces y desde el Río Tempisque hasta Guayabo de Bagaces.

 

Los precaristas se le metieron en Guayabo y el gobierno les fue expropiando para dárselos a ésta gente.

 

Volvamos a mi vida como Sabanero. Uno se levantaba a las tres de la mañana, se desayunaba una burra, que nos daban las cocineras un pinto no tan pinto, un cuadrado sancochado y una media de café, nos comíamos estos por hambre, porque no era apto para hombres y menos para nosotros que pasábamos todo el día a caballo, era curioso que en la cocina era que aguantábamos hambre, porque ya en el campo sobraba la carne, carne de venado, sahíno, garrobos, cusucos y pavones. La finca nos mataba una res, cada quince días y a fin de mes nos mataban, dos chanchos por cada hacienda, pero para qué carne fina, si siempre nos la daban sancochada con sal.

 

Un día a un compañero se le ocurrió una idea, como todos teníamos salida, cada quince días cuando volviéramos, tendríamos que traer; manteca, achiote, olores, café y azúcar. Así lo hicimos y se lo dimos a la cocineras, que un poco avergonzadas por la comida que las obligaban a darnos, nos hacían unas comidas que solo se comían en los mejores hoteles.

 

Ellas nos llegaron a decir, que hasta los patrones arrimaban a la cocina, después de pasar cerca y sentir aquella comida tan olorosa, los muy pendejos se comían lo que llevamos, pero ni a puta mejoraban los sancochos que ordenaban nos dieran.

 

Las otras haciendas se dieron cuenta del sistema de nosotros y lo aplicaron, por eso la cuchara de las cocineras de hacienda se hizo tan famosa, más por los sabaneros que por los propios dueños de las haciendas.

 

Pero sería injusto no decir que ellos en lo que a leche se refiere no nos ponían ninguna traba, nosotros ordeñábamos las vacas que quisiéramos, y el queso, la leche agria, las cuajadas y la leche fresca nunca faltó.

 

Uno mismo compone la situación, todo es no tener pereza, a las tres de la mañana ya estábamos a un puro grito, buscando las vacas de ordeño, éramos ocho sabaneros por hacienda, nos turnábamos la ordeñada y ni se sentía.

 

"Sabanero resbaloso

con su caballo chalán

para los pleitos sabroso

y pa' las mujeres galán"

 

LA LLEGADA DE IMELDA A MI VIDA

 

Cañas era un huevito, los domingos en las tardes, dábamos vueltas al parque, para tratar de encontrarse de frente con las muchachas.

 

El rollo es que ni siquiera, les decíamos nada, solo risitas agachadas, piedritas o palitos para que volvieran a ver, miradillas retorcidas, y el más atrevido, paraba a una de ellas y le mandaba saludes a la otra, de esa forma transcurría todo, hasta que una pareja decidida dejaba de dar vueltas se acurrucaban en un poyo a bajar estrellas y subir promesas para terminar a los pies de un cura, bajo el techo de una iglesia.

 

La verdad es que somos como caballos fiesteros: solitos buscamos la soga.

 

Vea compañero yo le voy a hablar con la pura y santa verdad, los sabaneros no éramos castas palomas, pero tampoco diablos pa' perseguir.

 

Cuando salíamos al pueblo, nos ganábamos las miradas de las muchachas, las invitaciones de los borrachos y uno que otro reto de los peleadores del pueblo, que querían medir su fuerza y destreza con nosotros, los domadores de la breña bajureña, así que no desaprovechábamos cuanta fiesta hacían, eran redondeles de bambú pero con toriles, corrales y mangas de Pilón.

 

Nosotros nos pavoneábamos, porque sabíamos que había muchachas de todas partes, aquí pongo un punto y aparte porque quiero relatarles como fue que conocí a Imeldita, la que llegaría a ser mi pareja y compañera hasta que la muerte ingrata se me la llevó.

 

Yo conocí a mi Imelda para unas fiestas de Cañas, tenía un compromiso con Andrés Campos para montar un toro cada uno.

 

Andrés escogió un toro hosco careta creyó que le haría la pega fácilmente, y de una vez le caí encima y le adelanté, Andrés las veces que montes ese toro te bota. En cambio yo busqué un toro chivo, hosco también, pero sentía que ese día no conocería el suelo. En la gradería había un señor negrito con una muchacha a la par, ella no me soltaba la vista y yo me percaté y me dije: le llamé la atención a la negrita, a Andrés ya lo había botado el toro, que al final le pusieron su nombre. Yo me estaba preparando para la jugada, pero sin soltarle la vista a la chiquilla, me encaramé al bicho, me amarré un barriguero, me quité el sombrero y amarré un pañuelo a mi cabeza, la busqué como para dedicarle la montada, pero se había ido para otro lado, al tiempo me di cuenta, que ella tenia miedo que ese toro me matara, bueno la cosa es que me le quedé al animal, pero eso ya no me interesaba tanto, estaba más preocupado, por saber quien era esa muchacha, que me había regalado aquellas miraditas.

 

En ese tiempo, después de hacerle la pega a un toro, se arrimaban onde uno y le llevaban un vergazo de guaro de charral, en un cacho carbolinero, hasta que me hervía la sangre y las orejas se me pusieron calientes. Por eso uno empezaba a beber guaro muy joven, metido en ese ambiente ni cuenta te das, cuanto tomas.

 

Bueno la cosa es que anduve preguntando por la chiquilla, hasta que alguien me dio razón.

 

En casa de Doña Tiburcia vive esa muchacha, y de una vez me dicen, el papá es bien bravo y respondí: que importa que sea bravo, lo juego, y no hombre, el señor no se puso muy feo, mas bien me dijo: yo se que ustedes son buenos hombres, son gente de trabajo, lo único que no me gusta es que usted sea sabanero y tienen fama de mujeriegos y torteros.

 

Vea Don Efraín, yo no puedo cargar con la fama que tienen los sabaneros, yo le aseguro que Imelda conmigo no va a tener ningún problema por licor o mujer. Está bien Naldo para mí Imelda es una muchacha casera y de oficio, ella es para mí como un tesoro y no me gustaría que sufriera por una mala decisión mía. Don Efraín, démela y usted verá con el tiempo que fue una buena decisión.

 

No se habló más y saqué a Imeldita vestida de Blanco, hasta que Dios quiso separamos. Don Efraín después iba donde nosotros y se llevaba pa' atrás una yegua cargada de elotes, gallinas, yuca, y cuanto le alcanzaba en las alforjas de la albarda.

 

Hombre el señor terminó queriendo a este sabanero, que se le llevó su tesoro.

 

Lo que es la vida, el me conoció como sabanero y todavía vivió para conocerme como boyero, pues hasta me herró unas rueda de carreta, el era herrador, ese señor herraba tan bien que la madera de las ruedas se podría y no se le caía un solo clavo.

 

Las ruedas herradas eran una sola pieza de madera, con una faja de hierro alrededor que servía de rodaje, se pegaba a la madera con clavos cada cuatro pulgadas y esta madera se ajustaba a pura suela, que era un tipo de hacha corta, pero curva y plana para usarse de frente.

 

Bueno la cosa es que me quedé con Imeldita y ocho hijos que fueron una bendición para nuestra casa.

 

"El sabanero que se casa

gana brió y pierde fama

y si en la cama se compasa

lo puede joder la brama"

 

DE SABANERO A BOYERO

 

En ese afán mío de ir mejorando de trabajo, me había venido a la Hacienda Mojica pues ya me había cambiado de Catalina.

 

En las Haciendas de los Wilson todos los sabaneros ganaban ciento tres colones por mes, me cambié a la hacienda de los Rojas por cuarenta y ocho colones por semana, ya tenía a Imeldita y a tres de mis hijos, un día viene un amigo mío llamado Máximo Espinoza y me dice: "Mira Naldo, ya está bueno que dejes esa vida de sabanero y te busques un par de bueyes, eso es lo que vos necesitas para darle mejor vida a tu familia".

 

Hombre como que agarré valor y me decidí a hablar con el patrón. Don Joaquín Rojas, era un señor de Tacares de Grecia y había comprado lo que es hoy Aqua Corporación.

 

Me fui directo donde él y le dije: Don Joaquín yo tengo, una vaca parida con ternero en sus potreros y se la cambio taco a taco por un par de novillos alazanes que usted tiene ahí, es que quisiera jugármela diferente.

 

Don Joaquín era sabroso pa' la palabra y los negocios y me dijo: "Idiay, si le sirven los novillos no se hable más, pero eso sí, no se me vaya a ir de aquí."

 

¡Ah no! Esa es la idea mía Don Joaquín.

 

Esta bien Naldo, la verdad es que, ya bastante me ayudaste y si ves que podes jugártela mejor pues yo no te voy a estorbar, eso sí, hérreme el ternero y la vaca con el fierro mío para cerrar el trato.

 

Herré los animales y de una vez busqué los novillos para amarrarlos a un palo y cabrestiarlos, y cuando las cosas tienen que salir, salen, a la finca llegó un señor que se llamaba José Mata y me dice:

 

"Naldo déme esos novillos para amansarlos, me los llevo para Cañas y allá se los pongo de tiro".

 

Claro era eso, precisamente lo que yo necesitaba.

 

Llévatelos y apúrate con ellos que mientras no puedan trabajar, tengo que aguantarme en esta Finca, a los días llega José Mata, y me dice que ya los bueyes jalan arena y piedra y que podía irlos a ver trabajar si quería, me entró un alegrón en todo el cuerpo, le pagué los dieciséis colones que me había cobrado y me los llevé para una ranchilla que había comprado en mil colones en lo que es hoy Barrio Unión.

 

Don Joaquín ahora sí me voy, ahí le dejo mis diez años de trabajo y gracias por todo lo que me ayudó.

 

De ese momento en adelante yo sentí que mi vida cambió. Talvez los bueyes sintieron mi coraje, porque rapidito nos conchabamos, tuve tanta suerte que en una de esas andadas me topé con un amigo que me dijo: "Naldo, yo ya no quiero andar con bueyes, te vendo en dos mil quinientos, todos los aperos, llévate todo yugo, fajas, carreta, todo, yo tenía mis chiquitos guardados, y le entré al negocio, no eran ni seis meses y ya andaba con dos yuntas de bueyes y hágale papá, de sol a sol, hasta contraté un muchacho para que me echara una mano, metí carretas de volanta, hice mi empresita de bueyes y hasta la fecha sigo tirándole como el primer día.

 

"Boyero que jalas carga

con tu chuzo y tu carreta

y si la pobreza apreta

con trabajo un buey la larga"

 

MI VIDA COMO BOYERO

 

La jalada de cargas con bueyes es un cuento de nunca acabar, arena, piedra, leña, tierra, gente, chunches de la gente, madera en tucas, madera aserrada, productos del campo como maíz, arroz, frijoles, bueno, de todo.

 

Pero cuando empecé la maderiada se puso buena, habían montado el primer aserradero en Cañas de un señor de Barva de Heredia que se llamó Pedro Montero, entonces tuve que hacerme una cureña pamaderiar y un buen par de bueyes, esto me dejó cualquier cantidad de plata, que hasta metí volantas, carretas de bueyes, que traían desde los Estados Unidos.

 

Mi día de trabajo empezaba desde las dos de la mañana, mi mujer era muy activa, en lo que yo iba por los bueyes, cuando llegaba a la casa ya había pinto, tortillas palmeadas y el infaltable café, además del aliño para el trabajo.

 

Recuerdo que se había puesto de moda el llevar madera aserrada a Bebedero, salía a las dos de la mañana y llegaba a las nueve, bien mecateado, tal vez estaba descargando el flete, cuando aparecía alguien y me decía: "Naldo porqué no me llevás un palo al Aserradero de Cañas".

 

Yo que iba a decir, si en eso andaba pues hombre, móntemelos y para Cañas, a veces lo que costaba no era echarlo sino cobrarlo, se me ponían rejegos porque lo mismo que había cobrado de ida los cobraba de vuelta, el tiro era no aflojar, y al final me salía con las mías, veinticinco colones de ida y veinticinco colones de venida, el sueldo de un sabanero en una semana.

 

Cuando íbamos a Bebedero, nunca nos veníamos vacíos, éramos varios los que dábamos ese servido, es más Pedro Ferrandino, tenía una Flota de Carretas, Lucas Alvarado también, más todos los independientes como nosotros.

 

Eso era un ir y venir de bueyes por ese camino. Las mercaderías ya puestas en Cañas había que distribuirlas a lugares aledaños como: Palmira, Barrio Jesús, El Líbano, Sandillal, Tenorio, Los Ángeles y nunca veníamos vacíos pa' atrás.

 

Incluso Goyo Valdés tenía carretas volantas que solo jalaban gente, y nos jodía pues si se pegaba de camino, solo bajaba la gente, salía y seguía, pero nosotros talvez con una tuca de dos cúbicos y medio como íbamos a bajarla.

 

No crean el viejillo se la jugaba, pero igual había campo para todos y hacíamos la plata que queríamos, pero esto de la plata era engañoso, porque si no la tenés te desesperás por buscarla, y si la tenés, te agarra un desatino por gastarla.

 

Imagínese, uno joven, sobraba en que gastarla y aun así alcanzaba para tener la casa bien y sin necesidad alguna.

 

"No soy boyero por Plata

y no me acuesto con hambre

lo llevo aquí en la sangre

de la cabeza a las patas"

 

EL CAÑAS QUE YO RECUERDO

 

Con esto de la boyada, yo no sentí la crianza de la familia, siempre había algo que comer, en Cañas, había tres carniceros, se turnaban entre ellos para matar una res por día y les sobraba la carne, yo llegaba donde Don Félix Mora y le pedía seis reales de carne, agarraba un hacha y cortaba un pedazo de paleta, la envolvía y a la casa, nada de romana, el peso no importaba.

 

Salíamos a los bailes de marimbas de Lucas Briceño, Carlos Ocaña, Coyotillo, Cristerno, Ofelia y otros. Nos hacían sacar polvo de las calles, se pagaba una peseta por cinco piezas, te rodeaban con un mecate para cobrarte, pero aquella carajada era algo alegre.

 

El parque estaba rodeado de unos barrotes de hierro retorcido, en el centro habían palos de coyolillo, rosas y enredaderas, los poyos de las orillas y nada más.

 

"A Cañas vine a buscarte

pues mi vida estaba en vilo

para que voy a dejarte

si yo aquí vivo tranquilo"

 

COMO VISLUMBRO EL FUTURO DEL BOYERO CAÑERO

 

Vea compañero yo nunca tuve jaranas, yo siempre he vivido de contado. Si yo vendía una yunta era para mejorar, para invertir, pero jamás para empeorar.

 

Le digo esto porque más de un boyero quebró, por cabezones, vendían y se quedaban a pie, yo hice plata boyando, saqué adelante a mi familia.

 

Pero ahora siento que he perdido mi ilusión, ya no amanso novillos nuevos, antes mi mayor orgullo era ver aquellos grandes bueyes con un palo a cuestas y que no echaban un pesuñazo pa’ tras, ahora mis hijos trabajan en otras cosas y solo boyean si yo se los pido, estoy seguro que muriendo yo, ellos venden todo. El solo pensarlo me da tristeza.

 

Me alegra cuando me invitan a reuniones de boyeros, porque veo que la tradición se niega a morir.

 

"Cuando yo deje ésta tierra

que se olviden de las leyes

que me entierren en la sierra

pegadito con mis bueyes"

 

MI LEGADO

 

Es inevitable sentir que soy uno de los últimos varones, que se hicieron sentir en éste pueblo. Cañas, puede sentirse orgullosa y decir que Naldo Umaña nació aquí!

 

Mis bueyes llevaron piedra, madera y arena para construir las casas que ahora vemos, pero lo que nunca veremos, será el sudor y el trabajo que los boyeros hemos dejado en éstas calles cañeras, y si tuviera que dejar mi sangre, con gusto la regaría.

 

Les dejo a mis hijos, que sean portadores de mi herencia boyera y ojalá sepan mantener el orgullo que su madre y yo siempre quisimos que sintieran por este oficio, por esos animales que nos dieron más que COMODIDAD, nos dieron SU PROPIA VIDA.

 

"Se que tengo una cita

se que se me arrala el viento

cada día más me siento

a la par de mi Imeldita"

 

REMEMBRANZAS

 

Mis doce años llegaron de golpe

de golpe de garabato y machete

fue el regalo e' mi tata y un crucifijo de lata

yo sentía cuando cortaba el monte

que cortaba uno a uno mis sueños

yo miraba al horizonte y me despertaban con leño

solo el hijo del patrón conocía la maestra.

Si nacimos pa' peón del cielo cae el molejón

y me veía grande y buen mozo sin levantarme temprano

agua en la cara del pozo

y siempre el machete en la mano.

***

Pero no todo fue tristeza

aún me ronda en la cabeza los

chapuzones en el río

las aguantadas de frío

cuando salíamos del agua

Imeldita sin enagua lavando con su mama

escondidos en las ramas

tratábamos de verla

costaba como perla

pues no salía de su concha

los zancudos y las ronchas

nos quitaban la ilusión

detrás de un caballo viejo

candidato a salchichón

había que montarlo a rejo

para aumentar la vagancia

y soltaba tal fragancia

que ya nadie repetía

se hacían cortos los días

esperando aquellas fiestas

calculadas por florestas

por el roble amarillento

me ponía tan contento

mi camisita de manta

huyéndole a la giganta

mis compinches y sus bromas

y la alegre cimarrona.

 

Con solo pensarlo me canso agarrar un ternero manso y buscar alguna horqueta un saco viejo de baqueta pa' completar la corrida alguna soga podrida nos servía de pretal y al soltar el animal a contar todos los brincos nunca llegábamos a cinco y nos sentíamos montadores a puñado de soñadores con un torito de ordeño a correr si viene el dueño por en medio del potrero si se caía algún sombrero nadie se devolvía y entre risas, miedo y algarabía nos metíamos en la montaña y en un descuido del finquero buscábamos algún cuero y repetíamos la hazaña. Me hice boyero por mi tata el crucifijo de lata y la insistencia de mi mama buscando siempre la fama y pulseando ser el mejor hacerse fuerte al calor y compañero de los bueyes tratarlos a cuerpo de reyes como si fueran tus hijos ya tienes trabajo fijo cuando despiertes cada mañana al fin se acabó la brama ya no hay vida suavecita después de pedir visita me quedé......... con Imeldita.

 

Dedicado a Naldo Umaña por toda una vida de trabajo dedicada al sabaneo y al boyeo para orgullo de este pueblo guanacasteco.