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"Mi viejo pueblo de Escazú"

 

¿Escazú, dónde están los frondosos árboles de tus montañas?

 

¿Qué se hizo el agua naciente de las lajas, esa agua cristalina y virgen que tomábamos hasta saciar nuestra sed?

 

¿Qué se hicieron esas viejas casas de adobes con sus corredores volados de rústica piedra de pisos o viejos ladrillos de la ladrillera que estaba antes de llegar a La Sabana?

 

No terminaría de preguntarte cuántos reclamos más.  Sólo con nostalgia miro y contemplo paso a paso la enorme metamorfosis de este Escazú, y vivo de tus recuerdos que son lo único que se necesita para vivir de la manera que estamos viviendo los más viejos de este pueblo, era una vida honesta de mucha paz y solidaridad, sin bullicios, sin mallas de seguridad, donde los chiquillos jugueteaban en la calle sin peligro alguno, el adulto mayor lo cuidaba a uno de pasarlo por un río un poco crecido de una res brava por algún potrero que tenía una que pasar de un trillo resbaladizo, bueno de una serie de cuidados que necesita el pequeño.

 

Es triste ahora casi no se duerme oyendo las turbas por nuestras casas, el ruido de tanto carro, lo sucio de las cortinas y ventanas, polvo, grasa que continuamente hay que limpiar.

 

Quintas por los cerros de Escazú, hoteles, donde existieron los viejos trapiches hay centros comerciales, los galerones donde se guardaban las carretas y todos sus enseres hay modernas casas de extranjeros con sus piscinas y parrilladas, ¿Dónde están los viejos hornos encalados y los corrales de gallinas, y las señoras con sus alforjas de almuerzos para sus hijos y esposos?

 

Sólo nos queda encomendar al Todo Poderoso esos pasados restos de vida puramente humana y de conciencias transparentes, ya no hay delantales de pretina ni enaguas voladas ni los viejos sombreros de palma y pita que ellas usaban en sus labores.

 

Yo espero los diciembres por que todavía me los da Dios, pero jamás igual a antes, las viejas calles estaban llenas de enredaderas, de gallinas perfumadas, de blanco y azul, los girasoles de monte, pastoras y más pastoras por doquier, las calles se perfumaban tanto del colorido como de los aromas que desprendían esas flores, ellas que murieron también.

 

¡Adiós mi viejo Escazú déjame vivir de tus recuerdos!

 

Escrito por: Zeneida Flores Valverde

(Panchita)